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Nieto, Amalia
Born in Uruguay in 1907.
In 1926, Nieto began her art studies at the Circulo de Bellas Artes with Domingo Bazzurro and at age nineteen left Montevideo for Paris, where she was to live for the next three years.
Nieto attended the Academy of the Grand Chaumière, took art history courses at the Sorbonne and studied with the artist André Lhote. Returning to Uruguay, Nieto had her first solo exhibition, completed her bacalaurate and in 1934 joined Torres-García's Asociación de Arte Constructivo, acting as its secretary.
In 1937, Nieto married the famous writer, Felisberto Hernández. Through the 1930s she took classes and exhibited with other AAC artists into the 1940s.
In 1955, Nieto returned to Paris and studied engraving with J. Friedlander and mosaic work with Gino Sevirini. Throughout the ensuing years, Nieto participated in numerous bienals, museum and gallery exhibitions and received many awards. Her 1995 Retrospective exhibition featured 99 works and included her latest pieces. Nieto continues to paint in her Montevideo studio.
One Person Shows:
1995 | Retrospectiva, Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo (Uruguay). |
1991 | Montevideo gallery (Uruguay). |
1989 | Embassy of Uruguay, Buenos Aires (Argentina). |
1988 | Cátedra Alicia Goyena (Uruguay). Sala Vaz Ferreira |
1984 | Inter-American Development Bank (Washington D.C., USA). |
1978 | Bruzzone gallery, Montevideo (Uruguay). |
1975 | Gattás gallery, Punte del Este (Uruguay). |
1972 | Brela gallery, Montevideo (Uruguay). |
1970 | Losada gallery, Montevideo (Uruguay). |
1964- | Salón de artes y letras El País, Montevideo (Uruguay). |
1963 | Milano gallery (Milan, Italy). Jockey Club de Montevideo (Uruguay). Museo Municipal de Bellas Artes (Salto, Uruguay). |
1960 | National Fine Arts Contest, Montevideo (Uruguay). |
1959 | Sociedad Cultural Amigos del Arte, Montevideo (and 1958, 57, 54, 53) |
1958 | Latin American Art Contest of Rio Grande do Sul (Brazil). |
1946 | Arte Bella gallery, Montevideo (and 1960, 1959)
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Group Shows: (partial listing)
1998 | The School of the South, Anderson Gallery (Buffalo, New York). La Escuela del Sur - El Taller Torres-García, Iturralde Gallery (Los Angeles, USA). |
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1997 | La Escuela del Sur, Museo Bellas Artes (Caracas, Venezuela). El Taller Torres-García, Museo Central de Costa Rica (San Juan, Costa Rica). |
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1996 |
Constructive Universalism, Museum of the Americas (Washington D.C., USA). |
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1993- | El Taller Torres-García: The School of the South: Centro Reina Sofia (Madrid, Spain). |
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1991 | Archer M. Huntington Museum, Austin, Texas; The Bronx Museum (New York, USA). The Monterrey Museum and the Rufino Tamayo Museum (Mexico). |
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1991 | Circle and Square, Geometric Abstraction & Constructivism, Kouros Gallery, N.Y. |
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1988 | XXXIV Salón Municipal de Artes Plásticas, Montevideo (Uruguay). |
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1980 | Concurso de Dibujo del Banco República, Montevideo (Uruguay). Fundación Joan Miró, Barcelona (Spain) (and 1978). |
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1976 | Galería Karlen Gugelmeier, Montevideo (Uruguay). |
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1969 | Grand Prize for Sculpture, XXXIII Salón Nacional, Montevideo (Uruguay). |
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1968 | XXXII Salón Nacional, Montevideo (Uruguay). |
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1967 | Grand Prize for Painting, XXXI Salón Nacional de Artes Plásticas, Montevideo |
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1963 | Bienale de San Marino y Spoletto (Italy). |
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1960 | Muestra Internacional (Punte del Este, Uruguay). |
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1957 | IV Bienal do Museu de Arte Moderna (São Paulo, Brazil). |
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1953 | Delegación del Uruguay, II Bienal do Museu de Arte Moderna (São Paulo, Brazil). |
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1952 | Salón Nacional de Artes Plásticas, Montevideo (Uruguay). |
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1946 | IX Salón Nacional de Dibujo y Grabado, Montevideo (Uruguay). |
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1944 | Exhibition of Uruguayan art, Galería Comte (Buenos Aires, Argentina). |
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1941 | Bronze medal, V Salón Nacional de Artes Plásticas (Montevideo, Uruguay). |
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1939 | II Salón Nacional de Artes Plásticas, Montevideo (Uruguay). Exhibitions of the Asociación de Arte Constructivo, Montevideo (Uruguay). |
Died in Montevideo (Uruguay), February 7th. 2003.
"Uruguayan Enjoying artists", source: La República Newspaper (Uruguay, 2001).
Amalia Nieto (Museo de Arte Contemporáneo)
Son pocos los momentos históricos y artísticos de felicidad y dicha. El período cretense, breves trechos de la claridad de la Edad Media, buena parte del siglo XVIII y la pintura galante, el fin del siglo XIX y el impresionismo, el principio del siguiente con el art-nouveau y el art-déco marcan la pauta, en su enunciación, de la característica de la condición humana Los creadores celebrantes del mundo y de la vida, del placer de la existencia, no son muchos. Watteau, Boucher, Fragonnard, Renoir, Monet, Gauguin, Bonnard y Matisse son las personalidades paradigmáticas de esos momentos solares.
Amalia Nieto, nacida en 1907 (y no en 1910, como ella misma reclama) atravesó todo el breve siglo XX sin contaminarse de las dos guerras mundiales ni de los períodos dictatoriales del país. No por desaire a los acontecimientos que conmovieron al mundo ni por inclinación a la frivolidad. Su obra está en íntimo acuerdo con su personalidad firme pero sin aristas, enérgica sin provocación, segura sin imposiciones de ninguna especie y una afectividad que se extiende como una religión desparramada.en la elegancia al contacto con los demás y la suave tonalidad de una voz inconfundible. En cierta medida su proyecto de vida y de arte encajan perfectamente en la modernidad. Se comprende que en sus años de aprendizaje se haya acercado a Domingo Bazurrro, Joaquín Torres García, André Lhote, Gino Severini y Johnny Friedlaender, maestros de formas de vida como también lo fue Jorge Romero Brest y Adolfo Pastor, con quienes amistó.
Por eso, la muestra que organiza en el Museo de Arte Contemporáneo está signada por su personalidad. Amalia Nieto escogió las obras para una antología de medio siglo, con un tacto infalible, donde cada tela es una obra de excepcional calidad y representativa de cada período. Es cierto. Faltan algunas que el espacio no puede aceptar. Se notan la ausencia de esculturas y grabados. Pero las que están, ninguna está demás o tambalea en su calidad. Parecen hechas en un mismo impulso y en breve período por la secreta unidad interior que las distingue. Entre algún techo de París (1957) y las naturalezas muertas mentales (1990- 94) han variado los temas, los conceptos estéticos, por momentos más figurativa o más abstracta, y aún en épocas en que el informalismo parecía arrasar con todo supo mantener el delicado equilibrio entre la gestualidad emotiva y dominio de la razón.
Ni la arbitrariedad del montaje de Osvaldo Reyno (por momentos fastidioso en su incomprensión) logra empañar esa serena lección de saber pictórico, ese derroche de refinamiento cromático en las gamas altas o bajas, esa estricta composición donde todo es lujo, calma y voluptuosidad.
"A Venerable Artist" by Gustavo Laborde "El País" Newspaper (Uruguay, 2001).
La legendaria artista acaba de inaugurar una muestra en la que expone obras de todas sus épocas |
Aunque catálogos y libros de referencia sostienen que Amalia Nieto tiene 91 años, ella revela sin coqueteos que el pasado 3 de agosto cumplió los 94. Esta alumna dilecta de Joaquín Torres García y viuda de Felisberto Hernández, acaba de inaugurar una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de El País (18 de julio 965). Los visitantes que se acerquen hasta allí podrán admirar esta muestra representativa de una trayectoria tan larga como singular dentro de la pintura uruguaya. Pese a haber sido una militante de la primera hora del constructivismo que propugnaba Torres García, la revolución pictórica uruguaya más importante del siglo, Amalia Nieto supo encontrar un lenguaje propio que cultiva desde hace siete décadas.
Esta mujer nacida en la primera década del siglo pasado continúa viviendo en su apartamento de Pocitos. Dotada de una buena memoria y una envidiable lucidez, habló bajito durante más de una hora, pero fue firme para solicitar que no se le tomaran fotos hasta después de terminada la entrevista y difícil de convencer para que dejara al periodista usar su grabador. A lo largo de toda la sesión mostró un gran sentido del humor coronando alguna de sus respuestas con una simpática sonrisa que iluminaba la placidez de un rostro famoso por su belleza. Pero no se privó de retar al fotógrafo --al que miró fijamente con sus hermosos ojos celestes-- cuando éste le robó una foto antes de lo acordado.
-En la exposición del Museo de Arte Contemporáneo se pueden ver obras suyas de diversos momentos. ¿Es una retrospectiva?
-Es casi una retrospectiva, porque hay obras mías de distintos períodos. Hay naturalezas muertas y cosas que hice en París. También hay obras que salieron de cartas que yo le ilustré a Felisberto Hernández, que luego las recorté y que fueron expuestas en la Alianza Francesa.
-Pese a que ya tenía cierta trayectoria e incluso había estudiado en París, usted se integra muy joven al Taller Torres García.
-Sí, él llegó a Uruguay en 1934 y en 1935 abrió sus clases. Yo era muy joven y estaba recién llegada de Europa porque había tenido una beca en París, donde estudié con André Lothe y en la Grande Chaumiere. Cuando vine me encontré que había llegado Torres García. Para mí fue una salvación, porque había un gran contraste entre lo que yo había visto allá y lo que encontré en Uruguay a mi retorno.
-¿Cómo era Joaquín Torres García enseñando?
-Y al principio, como todos, estábamos un poco desconcertados. El tenía una manera impositiva de dar clases, era muy exigente, aunque tenía un aspecto de gran bondad. Hacíamos mucho trabajo de dictado, nos leía temas, nos sugería cosas. No era un conjunto muy numeroso de gente, pero había algunos artistas ya consagrados, como el mismo Cúneo, que pasaron por ahí. Era desconcertante, pero nos fuimos haciendo a esa nueva modalidad.
-¿A usted le gustaba la obra artística de Torres García?
-Sí, claro. Lo que hacía él me gustaba. Yo antes de entrar en el taller ya tenía noticias de Torres, pero no lo conocía mucho. Recuerdo que estando yo en París nos encontramos. Incluso allá hubo una exposición en la que él participaba, pero yo no la llegue a ver. Aquel era un momento importante para él, fue cuando estuvo en Estados Unidos y después se vino para acá.
-Usted militaba en la vanguardia artística de aquella época. ¿Cómo ve esos años ahora?
-No hemos cambiado mucho; hay artistas nacionales que están en eso, están en la no figuración.
-¿Considera que su obra se enmarca en el constructivismo que impulsaba Torres García?.
-Bueno, yo tuve un período en el que lo seguía muy de cerca, en todos sus principios. El ya había publicado muchos libros, ya había escrito un volumen muy grande que se llamaba Constructivismo universal. Yo frecuentaba mucho su casa, le llevaba trabajos. El vivía en un ambiente muy austero, pero se trabajaba muy bien con él, con dedicación. Yo me hice muy amiga de su casa, en especial de sus hijos Augusto y Horacio.
-En 1941 usted se desvincula del Taller Torres. ¿Ya no le interesaba el constructivismo?
-El cambió y cambiamos todos. Esa experiencia me vino muy bien, sobre todo luego de lo que había vivido en Europa. Después tuve una búsqueda más personal, con distintos períodos. Pero siempre tenía la idea de retornar a Torres, de no abandonarlo porque sus enseñanzas me sirvieron siempre de guía.
-Pero usted tiene obras que se apartan mucho de los preceptos del constructivismo, tanto en su paleta como en los temas.
-Sí, depende de los períodos; en algunos casos usé colores más sombríos, en otros más brillantes. Yo seguí trabajando e intenté apartarme de Torres, aunque en realidad siempre estuve unida a él. Yo me resistí en buena medida a esa influencia, pero me di cuenta que era una cosa que no podía negarla más, era algo que ya estaba incorporado a mi.
-¿Los que participaron del Taller Torres llegaron a imaginar en aquellos años la influencia tan importante que llegarían a tener?
-Hubo que luchar mucho, yo tuve que acompañarlo mucho a Torres en esa primera época. La gente se oponía, no lo aceptaba. Yo tenía una casa en Duvimioso Terra y Colonia --que luego la demolieron y ahí construyeron un banco-- que tenía una sala muy grande. Ahí le hice varias exposiciones a Torres. Y a muchos no le gustaba su obra, había gente que se reía. Fue muy difícil de imponer. Recuerdo que cuando le hice un homenaje fui a ver a Vaz Ferreira, que en ese momento era el director del Paraninfo, y le pedí el salón para realizarlo. Le dije: "Le voy a pedir dos cosas. Una es el salón para el homenaje". Y ahí me acuerdo que Vaz Ferreira, con aquel tono serio que tenía me dijo: "Está concedido". Y le dije: "La segunda es su adhesión". Y el me respondió: "No está concedida". El, la verdad, estaba un poco en contra de Torres. Era demasiado vanguardista para él. Y así y todo se hizo el homenaje.
-¿Le interesan artistas de generaciones anteriores, como los planistas, por ejemplo?
-Tuve muy poco contacto con ese período, pero había gente que seguía esa modalidad.
-En un país donde las mujeres no tienen una gran presencia en la pintura usted y Petrona Viera se destacan especialmente.
-Ah sí, yo la conocí a ella y le tenía mucha simpatía, pero éramos de distintas generaciones. Pero hay otras pintoras buenas, como Evangelina Muñoz; era una gran pintora, pero después no apareció más. También estaba Lola Lecur, pero era un poco decorativa ella. Bueno, de ahora me interesa Virginia Patrone, me gusta mucho lo que hace.
-Muchos artistas plásticos nacionales considerados de vanguardia buscan otros lenguajes y cada vez menos se interesan por la pintura ya que la consideran una forma si no muerta, al menos anacrónica. ¿Qué piensa usted?
-No sé. Pensarán que no ha evolucionado. Cambios siempre hay, tiene que haber. No sé si ahora hay alguna persona muy revolucionaria, no estoy muy enterada.
-¿Siempre se sintió atraída por la vanguardia?
-Sí, siempre encontré una salida por ahí. Estaba en contra del arte antiguo, del Renacimiento. Es decir, me interesaba conocerlo, pero no seguirlo. Me interesó siempre la naturaleza muerta, y he hecho algunos retratos, pero no muchos. Al principio me interesaban los colores más bien bajos, aunque después tuve una etapa más luminosa. En cuanto a las composiciones siempre estuve guiada por lo que le gustaba a Torres, es decir, composiciones con objetos de uso corriente, comunes.
-¿Hay artistas de ahora que le interesen?
-Bueno, hay pintores que hace tiempo que son grandes, como por ejemplo Cúneo. A mí me gustaba mucho lo que hacía él, siempre fue muy libre, muy audaz. También me gusta García Reyno y Vicente Martín, tengo un cuadro de él.
-Además de pintar usted se dedicó a la docencia
-Bueno, tuve que trabajar mucho porque tenía una hija. Tuve un cargo en el Museo Circulante, por ejemplo. Era un museo que iba por distintos colegios, era muy interesante. Después tuve una beca que ahora no hay más y que era muy buena. Eso me permitió estar mucho en París. Ahí pinté las calles de París. Pero también viajé a otros lados, estuve en Inglaterra.
-¿Cuando mira en perspectiva toda su obra ¿se siente satisfecha?
-Hay de todo, hay cosas que ya no volvería a hacer. Los paisajes me gustan más, sobre todo ese período de Europa, los de París en especial, los de Italia. Eso me parece que tiene interés.
-¿Ha vendido mucho?
-Bueno, como todos los artistas no he vendido mucho. Me hubiera gustado vender más. Me hubiera gustado ser rica. Todavía alguno aparece que quiere comprar algo, porque tengo una persona que se ocupa de eso en Buenos Aires y me ha ayudado mucho.
-¿Usted actualmente sigue yendo a su taller a pintar?
-Sigo trabajando, pero con ciertas dificultades porque estoy pasando por un momento en que no me encuentro bien de salud. Tengo 94 años y ya no es lo mismo. Por eso digo: sigo tratando de pintar. Sigo más o menos en lo mismo. Yo soy abstracta, hace ya como 10 años que no hago nada figurativo. Yo sigo yendo a mi taller a pintar, pero el tiempo no me ha ayudado, ha sido malísimo. Y tengo algunas dificultades para moverme, estoy pasando por un momento medio calamitoso (risas).
Del maestro con cariño
* Amalia Nieto nació el 3 de agosto de 1907 (un error varias veces repetido la da nacida en 1910) en Montevideo. Si bien ya había participado del Círculo de Bellas Artes y en 1927, alentada por su padres había viajado a Francia para estudiar pintura e incluso, en 1932, había conocido a Pedro Figari en su estudio de París, fue su encuentro con Torres García, en Montevideo y en 1934, el que influyó para siempre en su pintura. Cuando se revisa la extensa vida de Amalia Nieto sorprende el temprano y permanente compromiso con su vocación, en lo que sin duda influyó su tesón y su talento. Pero también hay que destacar el caracter pionero de esta mujer que debió conquistar la libertad que la sociedad de la época negaba a las mujeres que sentían que tenían que hacer lo que su sensibilidad y su inteligencia les dictaba.
En una conferencia dictada en 1941 Torres García recordó cómo había conocido a esa pintora de la que ya decía que se podía esperar mucho de ella. "A los pocos días de hallarme de nuevo en Montevideo, después de tantos años de ausencia --no sé si fui invitado o lo pedí yo-- fui a visitar una institución que era una escuela y un taller de arte. Y al contemplar las obras de pintura que decoraban sus muros, tuvieron que interesarme, sobre todo lo que entonces vi allí, unos delicadísimos paisajes que no sólo mostraban otra luz, sino también otra sensibilidad. Eran paisajes de Amalia Nieto pintados en París, de un fino ambiente que yo bien conocía y por esto quise saber de quién eran, y se me dijo... Cuento esto, no sólo para mostrar como conocí a Amalia Nieto sino más aún, de cómo se me impuso entre otras obras. Allí había un delicado espíritu y por eso un delicado pintor...".
"Who its the aesthetics position that must follow an artist?" by Amalia Nieto.
Me preguntan cual es, de acuerdo a mi propia experiencia, la posición estética que debe seguir un artista. Pienso que el artista, en todos los casos, debe superar la realidad; modificar, transformar, mejorar, inventar, soñar la realidad. El artista es eso ante todo y muchas cosas más si se quiere, que pueden enriquecer su obra. Pero antes que nada ver distinto, sentir distinto, con acento propio. En mi caso ese acento va muy ceñido a la forma, a la forma objeto, a la forma color, a la estructura, al andamiaje riguroso, a la construcción sobria y medida. Eso sin perder una actitud vital, no siempre alcanzable, para que aparezca el resorte mágico o metafísico.
Insisto; me siento atraída por la forma: el objeto es en general el protagonista; vivo pendiente de él; me atrae cuando su presencia es inédita y se me impone resuelta en su perfecta proporción. El objeto que deja de ser objeto para convertirse en símbolo.
Realizo apuntes con recuerdos de cosas que descubro y que vuelven transformadas, a veces solas, otras ligadas o agrupadas. Así comienza el juego de las formas en un andamiaje previo a simultáneo, esquemático, medido. Forma objeto, forma viva o simplemente forma. Lo que le da vida, lo que provoca una intimidad, una simpatía, es que a pesar de la simplicidad, a pesar de trasposición formal, subsiste (quiero que subsista) el recuerdo de su origen, o sea la célula viva. Sería de todos modos un proceso de "contra-figuración" que deriva felizmente en su justa medida de la influencia real de lo que nos rodea cotidianamente, a pesar nuestro.
El hecho plástico es para mí fundamental. No quiero decir con ésto que no me sienta sacudida por tantos acontecimientos imprevistos, de otra índole, tantos choques emocionales que sin duda fortalecen el quehacer artístico. Mi obra se ha caracterizado por una marcada tendencia a la síntesis geométrica; esa es una constante.
Nunca estoy totalmente conforme con mi pintura; a menudo estoy totalmente desconforme. En todos los casos siempre hay algo que debe ser mejorado y cuando un trabajo supera el anterior es ya una gran felicidad. Es un eterno estado de pesadilla, una pesadilla gozosa, si se quiere, como una carrera que se corre muy lentamente y siempre queda el tramo más difícil que cumplir. En eso estoy.
Amalia Nieto
"Amalia Nieto a refined balance" by Nelson Di Maggio (Uruguay, 2003).
No tuvo la repercusión mediática de otros colegas uruguayos y sin embargo la obra de Amalia Nieto tiene la consistencia del perdurable encanto de una creación singular.
Amalia Nieto (1907-2003) bien pudo haber suscrito las palabras de Matisse en 1908: "Aspiro a un arte hecho de equilibrio, de pureza, de tranquilidad: sin tema que inquiete o preocupe... algo parecido a un buen sillón". El maestro francés aludía al expresionismo y cubismo reinantes y apostaba a la serenidad frente a la deformación, a la lucidez intuitiva más que al análisis.
Los críticos de varias generaciones coincidieron, en rara unanimidad, en alabar su talento. Un talento administrado por un temperamento de una enorme dulzura que encerraba la enérgica, constante voluntad de crear. Frecuentó varios talleres, atravesó diversos períodos y experimentó con diferentes lenguajes, pero en todas esas instancias dejó la marca inconfundible de su personalidad ajena al mundanal ruido. En la docencia o en la gestión cultural mantuvo una actitud alerta y vigilante, desterrando la mediocridad y apoyando las innovaciones.
Montevideana de 1907 (no de 1910 como se insiste equivocadamente en todas las notas biográficas que, por un error inicial, así perduró y ella misma, aunque reclamó la fecha cierta, no se preocupó de rectificar), estudió en el Círculo de Bellas Artes con Domingo Bazurro, a partir de 1925. Mujer joven y hermosa, desafió los prejuicios de la época en un ambiente de predominio masculino, con figuras mayores de notable prestigio (Blanes Viale, Laborde, Cúneo, De Arzadun, Pesce Castro). Esas aulas diurnas, especiales para el elenco femenino (los hombres concurrían de noche), fueron provechosas para el arranque de una vocación que se fortalecería en París, entre 1930 y 1932, ese inevitable viaje formativo en las Academias Escandinavas junto a André Lhote y en la Grande Chaumière con Othon Friesz, que también fueron maestros de otros uruguayos (Vicente Martín, García Reino, Bellini, Rivello). Al regresar hace su primera muestra individual en la novel Amigos del Arte (cuyo cuerpo directivo integrará años más tarde) en un ambiente predominantemente impresionista-naturalista y con los aislados fulgores del planismo y la insurgencia del realismo social en las visitas del mexicano Siqueiros (1933), los argentinos Urruchúa y Berni, orientados hacia el muralismo figurativo. La llegada en 1934 de Joaquín Torres García y la creación del Taller de Arte Constructivo (antes Nieto le prestó su domicilio para dar conferencias) le permitieron encauzar su talante sensible y razonador por un sendero de composiciones áureas, planas y tonalidades grises.
Pero no era una artista para quedar aferrada a una ortodoxia estilística. En 1938 se aleja del taller torresgarciano y retorna a las enseñanzas lothianas con mayor libertad formal y matérica, la asunción del color, defendiendo la luz más como función del color que como reflejo de una superficie iluminada. Un hecho importante ocurre en 1943: viaja becada a Chile para seguir cursos de verano en la Universidad a cargo de Jorge Romero Brest, en el inicio de una perdurable amistad. Quizá atraída por la temática de Alfredo de Simone, en 1950 pinta paisajes del Barrio Sur y otras visiones urbanas que prolongan las realizadas en París sobre el mismo tema. Son sencillas vistas de los tejados con sus chimeneas, ordenados de acuerdo a una geometría sensible en colores apastelados, que serán característica de buena parte de su producción. Pasa a integrar la docencia en los Institutos Normales y asume la dirección del Museo Circulante de Arte, dependiente del municipio montevideano.
No ceja en su voluntad de enriquecer los conocimientos. En 1954 obtiene la Beca Gallinal de Enseñanza Secundaria para estudios de orientación estética y es comisionada por la comuna capitalina para estudios de museografía. En París asiste a los talleres del grabador Johnny Friedlaender y a los cursos de mosaicos de Gino Severini. Mientras tanto, hace regularmente exposiciones en Amigos del Arte y en el Ateneo de Montevideo (en 1941, Torres García inaugura con una conferencia), ilustra libros de poetas (Rodríguez Pintos, Juana de Ibarbourou, Paul Valéry, Varela Acevedo, Ernesto Pinto), participa en salones y envíos al exterior (bienales de San Pablo en dos oportunidades, México, Córdoba, Argentina, San Marino, Spoletto), recibe premios (primero y gran premio en el Salón Nacional de Bellas Artes) y, en especial, aprecia los viajes de actualización por Estados Unidos y Europa de manera regular y periódica, se mantiene al día con la información literaria y teatral (en contacto con su entrañable amiga Laura Escalante).
En 2001, María Luisa Torrens, todavía directora del Museo de Arte Contemporáneo, realizó una retrospectiva con obras seleccionadas por Amalia Nieto. Un recorrido imperfecto (por las limitaciones espaciales) pero memorable por la alta calidad de cada trabajo, desde 1950 en adelante: una oscilación entre la figuración y la abstracción, una indagación meditada, una afirmación del reposo y la confianza en la visión natural transformada por la emoción. Lo que implica un talante clásico por su dominio y equilibrio de los diferentes elementos de la composición, como si los golpes del exterior (que sin duda se manifiestan en la serie de Búhos o en la breve etapa informalista) no entorpecieran la dicha doméstica de relacionarse con los objetos diarios. Así, en una de sus series más notables, que denominó Naturalezas muertas mentales, exhibidas en la embajada uruguaya de Buenos Aires (1989), Amalia Nieto alcanzó la cima de su parábola creadora, utilizando un lenguaje coloquial y recoleto, de música de cámara, necesario para percibir con cuidado los sutiles matices de su propuesta estética. Le bastaron unos pocos utensilios domésticos, cercanos y cotidianos: cucharas, cucharones, cafeteras, mates, tazas y calderas. También limitó su paleta cromática, empleando apenas sutiles variaciones de grises, ocres y rosas, con la irrupción ocasional de algún negro o una intensidad jubilosa de color cálido en sus últimas obras, opuestas al monacal predominio de los blancos iniciales. Ese suave deslizamiento del color corre paralelo a la estructura composicional que, aceptando siempre la estructura ortogonal, es marcadamente geométrica, casi cercana al concretismo (evidente en su pasaje por la escultura), con módulos aislados de interpenetración espacial que, poco a poco, se aproximan hasta conformar unidades compactas y centradas rodeadas de un fondo uniforme. El planismo se impone, apenas alterado por algunas sombras proyectadas en líneas enrejadas que acentúan el sentido de irrealidad, a la manera de los pintores metafísicos italianos, en especial Morandi, con quienes tiene algún parentesco, aunque ella lo resuelve o deriva hacia un lado de temblorosa intimidad poética, de calidez hogareña, de ensamblados juegos infantiles donde las sutiles variaciones de los elementos vagamente referenciales se distribuyen con sostenido ritmo en una atmósfera intemporal. Un niverso solar, pleno de claridad y serenidad, no apto para mentalidades adictas a las estridencias del cambiante mundo actual. *