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Gurvich, José
In construction
"José Gurvich Retrospective at National Visual Arts Museum", source: National Visual Arts Museum (Uruguay).
Desde el 29 de agosto, en el Museo Nacional de Artes Visuales del Ministerio de Educación y Cultura, se encuentra la exposición retrospectiva que comprende 112 obras del artista José Gurvich (1927-1974).
Nacido en un pequeño pueblo de Lituania, Gurvich llegó al Uruguay con su familia cuando contaba con cinco años de edad. A los quince años entró en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde asistió al curso de José Cúneo. Posteriormente, ingresó en el Taller Torres García, donde llegó a ser docente durante varios años y participó en sus numerosas exposiciones colectivas.
Entre 1954 y 1956 viajó a Europa y a Israel. En ese período realizó su primera y exitosa exposición europea en la Galería San Marco de Roma. En Israel se instaló en un kibutz. Incorporado a la vida comunitaria, se convirtió en pastor y continuó trabajando su obra plástica. A fines de 1956, regresó al Uruguay y se reintegró al Taller Torres García. En 1963 volvió a Israel. Se reencontró con su tarea de pastor, continuó pintando y expuso en la Galería Katz de Tel Aviv. En 1965, nuevamente instalado en Montevideo, se abocó a preparar su gran muestra que tendría lugar en 1967 en la sede de la Comisión Nacional de Bellas Artes, que funcionaba en el edificio ocupado por el Teatro Solís. Esta exposición fue recibida por la crítica con unánime reconocimiento, señalándose a Gurvich como uno de los grandes artistas nacionales.
En noviembre de 1969, nuevamente comenzó un viaje que a la postre, se convertiría en su alejamiento definitivo del Uruguay. Recorrió Israel, Grecia, Italia, España y Francia, países en los cuales trabajó intensamente, hasta que finalmente se radicó en Nueva York, ciudad en la que moriría a la edad de 47 años.
Tomando en cuenta la exposición que se realizara en 1967, esta retrospectiva que se inauguró el 28 de agosto en el Museo Nacional, constituirá, treinta años después, la segunda que se hace de su obra, y mostrará por primera vez de modo sistemático su producción posterior a la que sería su partida definitiva del país. Entre ella hay una parte importante que hasta ahora se ha mantenido inédita para el Uruguay.
"Gurvich's writings", source: José Gurvich Foundation.
Los escritos de José Gurvich son reflexiones personales, diálogos íntimos, que pasan al papel como parte del ejercicio reflexivo, de la elaboración vital del artista. Son ideas que surgieron sin ninguna pretensión teorizadora.
Son conceptos que nos permiten acercarnos a su manera de sentir y pensar.
Fueron originalmente anotaciones en hojas de blocks, de cuadernos.
Algunos escritos son parte de bocetos o dibujos.
El devenir de los tiempos no forma categorías, sino cambios. Un pintor en este siglo no está en mejores o peores condiciones que el pasado o en futuro. Una nueva fisonomía en arte es un valor. El valor lo determina el artista, ya sea en un tiempo individualista o anónimo, primitivo o civilizado, pues siempre es un hombre el que realiza el arte y ese hombre artista, es el que en definitiva determina el valor. |
Los cambios en arte, surgen de un inherente modo de ser del hombre, la inquietud interior. Satisfecho esto, o colmada la aventura de lo nuevo, solo queda el valor del arte o sea el modo profundo y significativo del hacer artístico. En pocas palabras, no existe pintura clásica o pintura moderna sólo hay buena o mala pintura. |
Juego puro o invención van juntos, casi yuxtapuestos; las imágenes de mis cuadros son puramente poéticas. Su origen: son vivencias del quehacer plástico. Mi intención: es el libre juego creador. El hombre y las cosas que aparecen son vistos de adentro-afuera. Mi placer máximo es el juego creador, donde surgen la libertad de la imagen y la libertad del espacio. La libertad de la imagen crea la espontaneidad, ya que no hay vigilancias racionales que me detengan a especular, es entonces donde el espacio libre se vuelve un lugar infinito de posibilidades. Así voy tejiendo con inmenso placer esta experiencia. Si hay un espíritu libre, en consecuencia hay un espacio libre. |
El arte no revela la verdad, no está comprometido con la realidad, el arte es una invención del hombre, el hombre se expresa a través de él. La expresión es la forma del sentimiento y la intuición es el camino para llegar al sentimiento donde la razón queda afuera. |
Tengo ciertos cuadros que fueron inspirados en la contemplación de una fruta madura. Contemplando profundamente, viviendo esa imagen plena de un durazno o un tomate empecé a dar en mis cuadros esa plenitud dorada o roja de que estaba llena esa fruta. Plenitud e intensidad. Dejé de razonar para sentir plenamente cada milímetro de la tela, para llenar cada instante plástico de vida y ritmo en un espacio libre e infinito de posibilidades. Las formas aparecen espontáneas sin categorías, sin vigilancia, solitariamente libres, el color explota como una fruta madura de verano y un negro intenso y silencioso aísla las formas para que sus colores suenen sin rivalidad, sin compromisos. Solitarios aparecen forma por forma y juntan cantan una canción escondida largo tiempo en mi. |
El concepto limita, la intuición nos libera. Al filo del concepto asomándose a ese borde, la aventura surgía ante mí, la necesidad de aventura vino de una impostergable inquietud interior. En mi aventura, todo es posible porque todo lo imagino. Para encontrar la vida, tuve que lanzarme al espacio libre con una única esperanza, que en fondo oscuro del espacio, encontrara mi propia voz. Fue entonces que la imaginación corrió desesperada por galerías sin fondo, extrayendo un mundo insospechado, un mundo de aventuras por que el bogo lleno de angustias y alegrías, lleno de voces que cantan la canción de "siempre todavía" con ecos, formas y colores. |
Reconocer mi propio estilo es como tratar de reconocer mi propias voz. Solo puedo dar testimonio de mi autenticidad en el caminar y que como estoy viviendo y me busco día a día siempre caminando solo por el camino hecho se sabrá del hombre. |
También las estrellas tienen su canción, lo pájaros, las flores. Caminar no es avanzar, caminar no tiene otro fin que seguir viviendo, y para que mis cuadros vivan solo necesito que el público los recree y participe viviéndolos. |
Para mi no hay en la tela puntos más importantes que otros, no hay jerarquías, trato de dar vida milímetro a milímetro. |
Bibliography of newspapers and magazines:
Abirad, Irma |
Bibliography in Books and Catalogs:
Agosín, Marjorie
Entremundos: Jewish Artists of Latin America, Singer Gallery, Denver 2001
Alvarez, Tulia
Fermentos de Vida del Arte Uruguayo, Instituto Jung, Buenos Aires 1983
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José Gurvich: Un Canto a la Vida, Montevideo 2000
Argul, José Pedro
Las Artes Plásticas del Uruguay, Montevideo 1966
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Una Aventura Llamada Gurvich, Galería Guillermo de Osma, Madrid 2000
Barnitz, Jacqueline
La Escuela del Sur: El Taller Torres-García y su Legado, Universidad de Texas en Austin 1991
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J. Torres García: La Trama y los Signos, Montevideo 1999
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Gurvich en El Mensaje, Buenos Aires 1977
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Gurvich, Galería Sur, Punta del Este 1987
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José Gurvich en el Museo José Luis Cuevas: Un Canto a la Vida, Museo José Luis Cuevas, Mexico 2000
Di Maggio, Nelson
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Fèvre, Fermín
Gurvich, Centro Cutlural Borges, Buenos Aires 1997
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Joaquín Torres Garcia y el Universalismo Cosntructivo, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid 1990
García Robles, Hugo
Gurvich Un Canto a la Vida, Galería de la Matriz, Punta del Este 1995
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José Gurvich, Galerie Ruben Forni, Bruxelles 1997
Glusber, Jorge
La Colección Constantini, Museo de Bellas Artes, Buenos Aires1996
Gonzales
José Gurvich, Galería Faunas, Madrid 1978
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José Gurvich Un Canto a la Vida, Museo José Luis Cuevas, Mexico 2000
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José Gurvich: El Mundo Intimo de un Artista, Fundación Buquebus, Montevideo 1999
Irisarri, Eduardo
Introducción, José Gurvich y La Naturaleza Muerta, Museo Torres, Montevideo 1998
Kalenberg, Angel
Arte dell'Uruguay nel Novencento, Instituto Italo- Latinoamericano, Roma 1989
Arte Uruguayo y Otros, Ediciones Latina, Montevideo 1990
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José Gurvich Pero Yo voy a Pintar, Edición Arteaga-Tejería, Montevideo 1998
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Joaquín Torres García, Sol y Luna del Arcano, Unesco, Caracas 1999
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José Gurvich: del Universalismo Constructivo al Hombre Universal, Quinta Galería, Bogotá 1998
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José Gurvich, Galerie Mireille Batut D'Haussy, Paris 1998
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José Gurvich, Galería Palatina, Buenos Aires 1998
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La Escuela del Sur: El Taller Torres García y su Legado, Universidad de Texas en Austin 1991
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José Gurvich y la Naturaleza Muerta, Museo Torres, Montevideo 1998
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Uruguay: 6 Artistas Plásticos, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires 1983
"José Gurvich: creation like devour fire" by Daniel Rovira Alhers.
A 30 años del fallecimiento del pintor lituano-uruguayo
Al volver a su casa, el joven Martín fue directamente a la habitación donde trabajaba su padre. Allí, la escena lo paralizó. Ese día iba a quedar marcado para siempre en la memoria del niño de 11 años. En la tela en que trabajaba aún se podía percibir el trazo final, fulminante, eternamente inacabado. Finalmente, al pie de la pintura, en el piso, seguramente rodeado de colores expulsados de su paleta, se encontraba el cuerpo sin vida del pintor José Gurvich.
De esta manera recuerda Martín, hijo del pintor, esa jornada de hace 30 años atrás que resultó la última. El día en que su corazón le dijo “basta” al fervor y la fiebre creativa que lo había devorado desde que frecuentó el taller del “viejo loco” Torres García, como muchos le decían al maestro y su puso a pintar sin parar.
Sólo 47 años duró su vida, pero la obra que dejó bien podría ser la de un pintor que hubiera llegado a la madurez biológica y creativa. En su caso, ésta última amasada, alcanzada y superada con extenuantes jornadas donde el descanso apenas ocupaba un lugar en su jornada.
El fallecimiento ocurrió muy lejos de su Montevideo de adopción y de su Cerro querido; fue en Nueva York el 24 de junio de 1974; allí vivía el pintor con su esposa, Julia Añorga –Toto para los amigos – y su hijo desde que regresaron de Israel.
La cosmovisión del artista
Gurvich fue un pintor casi trashumante. En su corta vida realizó varios viajes que le ayudaron a comprender como él decía, el hecho creativo en su mayor profundidad. En Europa visitó España, Italia, Grecia, en Israel estuvo en más de una ocasión practicando actividades tan alejadas de la plástica como puede ser la de pastor de ovejas, y desde 1971 Estados Unidos, Nueva York, la gran metrópolis que le obligó un ajuste interior y trastocar el bucólico Cerro montevideano y el arenoso desierto de Israel, por el hormigón y el plástico.
En esa tarea se encontraba cuando lo sorprendió la muerte, reelaborando con los nuevos materiales circundantes, la creación, el hecho artístico.
Su vida había comenzado en la lejana Lituania en 1927. Con sólo cinco años, su familia de origen judío desembarcó en Montevideo y su pasión por la plástica tiene una primera etapa cuando ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes donde toma clases con el pintor José Cúneo. También estudió música y en particular el violín. Pero es con su acercamiento al Taller Torres García (TTG) que en el joven Gurvich, se despierta la pasión, el fuego creativo que lo “llevará de la mano” como decía, por el camino de la creación plástica.
En ese sendero, Gurvich no se privó de ninguna de las tentaciones y desafíos. Su cosmovisión plástica, lo llevó a transitar por regiones diferentes de la materialización creativa tales como realizar escenografías para teatro, intervenciones decorativas y arquitectónicas, un profundo conocimiento y frecuentación de la cerámica como lenguaje expresivo del que supo extraer maravillas como las que se presentaron en el Subte Municipal en la exposición de setiembre de 2003, pero fue en la pintura donde el escenario fue el mundo, donde los límites no existieron, donde su expresión fue múltiple.
El legado constructivo
Su esposa Julia Añorga, tiene presente la naturaleza de la relación que Gurvich establecía con el arte: “siempre la pintura fue para él una pasión, una entrega, una entrega total. Sin ninguna concesión. Necesitaba estar pintando, estar creando.” Pero también fue testigo de las variedades de materiales que empleaba; permanentemente estaba “volcándose en una tela, jugar, jugar con materiales, ya sea madera, o cuentas, con encajes, con pedacitos de tela, con pedacitos de terciopelo, espejitos, y así creaba mundos fantásticos”.
También Gurvich tenía conciencia de que papel debía jugar en la vida, qué lugar ocupaba ese “puro juego creador. La creación o la obra de arte para él era una cosa íntima, era volcarse sobre el objeto o la tela que estaba trabajando. Un actitud intensa, profundamente intensa. Y de una gran rapidez para trabajar”, dijo Añorga. Estos son los elementos claves para comprender el proceso que operaba el pintor a la hora de plantearse el hecho creativo: intuición, intensidad, y rapidez. Sin esta combinación de elementos que pocas veces se los encuentra reunidos, no se puede comprender la multiplicidad de la obra de Gurvich, pero tampoco su importancia; ya que también tenía -y lo señala su viuda -,“una profundidad de pensamiento, y de percepción”.
Los períodos por los que transitó con la pintura, son como los caminos que el hombre va recorriendo a lo largo de su vida; distintos e iguales a la vez. Gurvich antes de ingresar al TTG hacía una pintura diferente. Su amigo, el periodista Niko Schvarz, afirmó que “tenía una paleta vangoghiana, la pasión por la luz y el color”. Pero a medida que el joven pintor recibía la enseñanza constructivista del taller “contemplé con tristeza cómo su paleta se agrisaba completamente”, admitió.
Por su parte, Añorga destacó “de manera muy general: la época del TTG y la época posterior”. En el primer período se encuentran los “planos, color y líneas; el del retrato, el del paisaje, el paisaje de la chacra, los bodegones, los cafés, muchos paisajes urbanos. La calles de Montevideo le atraían muchísimo”.
El legado que le enseñó Joaquín Torres García, el manejo de lo constructivo “le sirvió, sobre todo en las épocas posteriores. Cuando se habla de la liberación y de esas figuras flotantes, que aparentemente están flotando, pero detrás de eso está la sección áurea y está la ortogonal que Torres usaba. Siempre me decía que tenía el compás en el ojo, de tanto constructivismo que había hecho”.
Cuando viajó a Israel en 1964, se produce “lo que generalmente la gente le gusta llamar ‘el despegue’ de Gurvich, comienza hacer paisajes del kibutz pero de tipo constructivo, de una construcción más bien cortada, no tan ortodoxa, como desajustada”, pero a su vez, “los personajes empiezan a volar; pero es porque no emplea la línea ortogonal, ya deja la ortogonal; está escondida”, dijo Añorga.
Ya de regreso en Montevideo, es que “prueba a hacer en el óleo figuras a las que todo el mundo incluye en lo que denominan ‘la época del kibutz’, el período de las cosas volando y flotando”.
Pintaba como músico
El pintor y docente Guillermo Fernández se acercó al TTG en 1950, cuando hacía cinco que Gurvich trabaja junto al maestro. Para Fernández, la disposición, el armado de la concepción del trabajo de su colega, era propio de una persona que tenía conocimientos musicales. Gurvich había estudiado música y violín durante un tiempo de manera sistemática y en esa época, aún algún amigo llegó a tener la ocasión de escucharlo tocar ese instrumento. Pero seguramente por esa dualidad es que se explica Fernández la forma de ‘pararse’ Gurvich frente al trabajo creativo.
“El funcionaba – de alguna manera- como si fuera un músico que sabe contrapunto, canon y sabe las formas y las conoce con una claridad absoluta. Quiere decir que el peso de un color, es decir, la materia de un color, la tenía digitada, definida, de modo que variaba los temas o las motivaciones, pero siempre tenía un repertorio de ordenamiento que iba moviendo. En eso era muy diferente a todos los demás. Era único”, afirmó Fernández.
Además del talento, Fernández destacó que Gurvich tenía “ideas gráficas, las ideas del orden, las tenía estatuidas con gran claridad y con la posibilidad de variar. Entonces podía, perfectamente bien, expresarse de formas muy diferentes, y tener para esas formas, ‘hilos’ que le daban la unidad. En eso, para mí, era el más inteligente de los que conocí, porque los demás trabajaban de una manera más empastada, más psicológica. Él era como el hombre que dirige la orquesta, hace entrar las notas, los instrumentos, arma la música; si en la partitura viene: gran sinfonía, gran sinfonía, si viene guitarra sola... guitarra sola”.
Amigo en Nueva York
Uno de los nombres entrañables y venerados de la etapa anterior a la formación del TTG, Julio Alpuy, estuvo muy cerca de Gurvich en la primera época y al final de su vida. Alpuy ingresó en 1941, - cuatro años antes que él- al círculo de artistas que seguían a Torres García y permaneció junto al maestro hasta fines de los 50’. Años después, durante la época en que Gurvich se trasladó a Nueva York; éste que ya hacía varios años que se había radicado en esa ciudad, se reencuentra con él.
Alpuy recuerda que en Nueva York (NY) “los artistas no cambian ideas sobre arte, hablan de negocios”. En esos tiempos “era una soledad tremenda, no podía hablar con nadie ni consultar a nadie. Cuando llegó Gurvich, fue maravilloso”.
Gurvich “no tenía la menor idea de quedarse aquí NY. Claro, nunca había visto esto, cuando lo hizo, se volvió loco: yo de aquí no me voy. Y no se fue. Y empezó a pintar todo ese mundo que hizo; ¡las maravillas que hizo!”, dijo Alpuy sobre su amigo, y se preguntó: “¿Qué hubiera hecho si siguiera viviendo...?”.
Profesor y artista de vanguardia
Desde muy joven, Gurvich demostró actitudes para la docencia del arte plástico. A poco de haber llegado, le fueron confiadas por Torres García, clases de pintura y pasado el tiempo, esa actividad la alternó con la de la creación misma. Fueron por cierto, varios los alumnos que tuvo a lo largo de más 20 años de docencia. Uno de ellos fue el arquitecto y artista plástico, Rafael Lorente.
Lorente llegó a tomar clases cuando todavía estaba el TTG abierto y funcionando. Uno año después, en 1962, José Gurvich abandona lo que quedaba del taller y se instala con sus alumnos en la casa donde vivía en el Cerro. Allí continuará su aprendizaje.
La diversidad y simultaneidad con que su maestro trabajaba, han dejado en el recuerdo de Lorente, imagines muy rotundas de esa actividad. Gurvich en esa casa “tenía un caballete donde desarrollaba una naturaleza muerta, simultáneamente, en otro caballete había un dibujo, que podía ser de una modelo, o también una naturaleza muerta; luego tenía su mesa de trabajo donde había uno o dos álbumes de dibujos en los que él hacía propuestas, las dibujaba, obras de pequeño formato, a la acuarela, lápiz, tinta, todas las técnicas; asimismo, tenía el horno de cerámica, y allí tenía su trabajo con el barro... Quiero decir que tenía varios proyectos a la vez en la cabeza”.
La actitud del profesor Gurvich hacia el alumno, era la de “un individuo que exigía mucho pero que dejaba mucha libertad. Él iba atrás del interés del alumno”, señaló Lorente.
En su condición de discípulo, Lorente pudo visualizar el sentido que la palabra artista encerraba para Gurvich, “todas las actividades que realizaba alimentaban una idea central que era ‘La Creación’, era un creador, estaba permanentemente pensado en concretar proyectos, obras... más allá de los lenguajes que utilizaba, en cada uno de ellos iba dando su impronta, su manera de ver las cosas, de sentir las cosas en relación con el mundo y su gente, y para ello utilizaba cualquier lenguaje, era multifacético”.
Lorente destacó que la obra de Gurvich se debe incluir entre las de “gran jerarquía y su actitud, que es removedora, de permanente ruptura, de búsqueda de romper límites”.
Si fuera posible trazar un perspectiva hipotética sobre los pasos futuros del pintor, si la muerte no se hubiera interpuesto, Lorente se atrevió afirmar que “su arte hubiera evolucionado al ritmo de los cambios que se han dado hacia finales del siglo XX; hubiera sido un artista de vanguardia”, incluso señaló: “era un espíritu de una enorme inquietud y de una gran intuición hacia adelante; no era un artista convencional, su búsqueda y su trabajo eran incesantes”; al igual que la llama que lo abraza todo, de esa manera su vida fue tomada por su obra, hasta lo último.
"Gurvich in San Pablo (Brazil)", El País Newspaper (source: El País Digital).
LA RETROSPECTIVA SOBRE EL ARTISTA ABRIO EL CALENDARIO DE EXPOSICIONES DEL MEMORIAL DE AMERICA LATINA
Gurvich en San Pablo
La muestra itinerante sobre el maestro uruguayo continuará por México y los Estados Unidos.
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GURVICH. Tapa del libro dedicado a la obra de este artista |
Quedó inaugurada la retrospectiva de José Gurvich en el Memorial de América Latina de San Pablo. Se trata de un acontecimiento artístico que reúne cerca de cien obras del maestro uruguayo. Con el título José Gurvich--una canción de vida, la muestra permanecerá abierta hasta el 9 de abril. Está auspiciada por El País y tiene patrocinios del Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay, del Consulado General del Uruguay en San Pablo, del Fundo Nacional da Cultura del Ministerio de Cultura de Brasil, del Gobierno del Estado de San Pablo y de su Secretaría de Cultura.
Esta es la mayor exposición de Gurvich presentada fuera de Uruguay y la primera de este tipo a realizarse en Brasil. Reúne óleos y temperas, representando las etapas y los temas más importantes de su producción artística realizada entre 1947 e 1974. La mayoría de las obras proviene de colecciones privadas, que fueron reunidas por la crítica y curadora Alicia Haber, contando en la organización general con el gestor cultural Miguel Frías, de Argentina. La exposición es itinerante: después de San Pablo partirá hacia el Museo Cuevas de México y al Museo de Arte Latinoamericano de Los Angeles, dentro del año 2000, para luego proseguir con otros itinerarios en el 2001.
José Gurvich está considerado como uno de los más significativos representantes de la creatividad uruguaya y latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX y perteneció a la Escuela del Sur fundada por Joaquín Torres García, para luego desarrollar un lenguaje idiosincrásico a partir de los años 60.
Fue una personalidad muy porosa que se abrió a otros lenguajes y legados como los del Bosco, Brueghel, Chagall, Cúneo, Miró, Goya y que dialogó con otras disciplinas como el teatro, la música y la literatura sin dejar de lado el legado torresgarciano. Asimismo, tuvieron una enorme influencia en el desarrollo de su lenguaje sus estadas en Israel y su retorno a las raíces judías.
EN BRASIL. Con este texto presenta el Memorial a la muestra: "La exposición es fruto de un mestizaje cultural pródigo y auténtico. Es el canto a la vida, es un mensaje nostálgico, fervoroso y humano de José Gurvich, el hombre, el artista, el inmigrante que eligió mil patrias". La Fundación considera que este es "un verdadero proyecto cultural del Mercosur para aproximar artistas y artes de nuestros países".
A la entrada de la sala de exposiciones recibe al visitante un texto de Haber: "A partir de su descubrimiento de otras fuentes iconográficas en sus viajes a Europa y a Israel y de su retorno a las fuentes judías, sumados a su interés por la vida rural, las lecturas esotéricas, su amor por la esencia de lo orgánico, su atracción hacia la espiral de la vida y al fluir vital, Gurvich buceó en su imaginación y se entregó con lírica sensibilidad a las "escondidas reglas" de su espíritu para desarrollar un lenguaje propio... Miró simultáneamente el pasado y el presente, recogió la herencia de Torres García, de Klee y de Chagall y es fuerte en su obra la impronta de Brueghel y El Bosco. Se esforzó por no dejar de lado la armonía y las intrincadas vinculaciones que deseaba establecer entre libre juego creador, disciplina, inmediatez, intuición, irracionalidad, racionalidad, imaginación, lo absurdo, la libertad y orden".
En cada país, la exposición es acompañada por un libro de 256 páginas escrito por Haber, con fotos de Testoni Studios, 80 ilustraciones a color a toda página y numerosos dibujos en blanco y negro, una biografía a cargo de Martín Gurvich y una extensa bibliografía. Fue diseñado por Yehudit Ben Dosa y Martín Gurvich y fue publicado en Bélgica en tres versiones: español, inglés y portugués. Cada una cuenta con prólogos correspondientes al país expositor. La edición uruguaya fue prologada por el arquitecto Mariano Arana, la editada en portugués tiene una introducción del presidente del Memorial, la mexicana tiene un prefacio escrito por su directora y la del Molaa de Los Angeles por su director. Asimismo se publica una edición especial en inglés con prólogo del reconocido experto, Dr. Edward J. Sullivan, director del Departamento de Arte de la Universidad de Nueva York (NYU). En el Uruguay el libro ya se encuentra en diversas librerías y lo distribuye Libertad-Libros.
"Gurvich or the Universalism" by Hugo García Robles (Uruguay, 1995).
Con apenas cuarenta y siete años de edad, Gurvich dejó una obra inmensa en calidad y extensión, pero nadie podía medir cuánto más no habría creado con su espíritu incansable. Fue un artista de la especia que caracterizó el Renacimiento.
Un hombre culto, conocedor de literatura, de música y, por supuesto, un erudito en los tramos de la pintura que le interesaron.
Gurvich era un conversador mesurado e intenso a la vez.
Como aparece en sus reflexiones escritas, no renunciaba a ninguno de los resortes del conocimiento. Se notaba en él la necesidad e ser claro y comprensible. Elegía ejemplos didácticos que ayudaran al interlocutor a comprender mejor el sentido de sus palabras. Recuerdo muy bien que la música aparecía en nuestras conversaciones. Quizá porque sabía de mi vocación en esa rama del arte, lo que se sumaba a su propio interés. De modo que muy a menudo la explicación de un plano cromático vibrado con determinado recurso era traducido por él en términos musicales. Un plano de color con acentos era como un trino, o un trémolo, ejemplos que en efecto usó ante la obra sobre la cual dejaba correr, para el amigo, la beneficiosa charla.
Para Gurvich, no obstante la enorme pasión que la plástica desarrolló en él, el arte era un cosmos con muchos vasos comunicantes. Se le veía consciente de las conexiones que atan y, a la vez, distinguen el poema de un grabado, la pieza de cerámica de un soneto. Pero nunca perdió contacto con la visión ecuménica, que convertía el ejercicio del arte en una emocionante travesía humana. Los sentimientos le importaban cuando hablaba del pecho o del corazón del hombre, era en efecto, la más profunda afectividad del eje de su apreciación.
Circunstancia que nunca dejó de maravillarme: tanta capacidad emotiva en un artista con no menor carga intelectual y un rigor compositivo que se abre paso en la menor de sus tentativas plásticas.
Conservo de Gurvich una memoria preciosa. Recuerdo la gran muestra en el salón de la Comisión Nacional de Bellas Artes en 1967, en el Solís; recupero las formidables cerámicas, abigarradas y minuciosas como un Bosco, sin monstruos. La sensación de humanidad sin límites en algunas telas, donde la multiplicación de los personajes parecía un canto a los hombres, habla de un universalismo mas radical que el constructivo.
Allí reside, en mi opinión, el dato esencial de la personalidad creadora del maestro: durante la permanencia en Israel o cuando contemplaba la bahía de Montevideo desde su casa en el Cerro, ejercía una idéntica cosmovisión. Sus escenas del kibutz, tan íntimamente tejidas de religiosidad judía, son hermanas de las obras que tuvieron como motivo otro escenario, otra cultura.
Un café y sus parroquianos rioplatenses, una calle de la Ciudad Vieja montevideana no eran radicalmente distintos del paisaje palestino. Un alma ancha como el hombre, la de Gurvich, trasmutaba los rasgos locales, todo asomo de pintoresquismo, en una noble sustancia que celebra la vida.
"José Gurvich" by Alejandra Villasmil "Arte al Día" (Argentina).
The Americas Society, New York
Para celebrar la primera retrospectiva de José Gurvich en Nueva York, los curadores Cecilia de Torres y la Fundación José Gurvich, en Uruguay, se enfocan en la herencia judía del artista y su relación con el desarrollo del constructivismo. La exposición agrupa pinturas pastorales realizadas en Israel, su serie desarrollada en Nueva York, piezas al estilo “collages colgantes”, relieves y objetos de barro que reflejan sus orígenes e influencias diversas, desde la vibrante vida urbana neoyorquina a la tranquilidad rural de Uruguay e Israel. La mezcla de culturas y experiencias en diversos países derivó en un peculiar lenguaje que combina la vanguardia europea con el arte precolombino y la imaginería folclórica. Gurvich nació en Lituania en 1927 y tenía sólo seis años de edad cuando emigró con su familia a Uruguay. En 1945, se unió al Taller de Joaquín Torres-García pero, tras la muerte de su maestro, se dedicó a viajar extensamente por Europa. Visitó Israel varias veces trabajando como pastor en un “kibbutz”, o comuna israelí. En 1970 se mudó a Nueva York, donde murió cuatro años más tarde, a los 47 años de edad y en la cúspide de su creatividad. |