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Díaz, Eduardo
In construction
"Eduardo Díaz" by Andrés Arregui, "Estaciones del tiempo" catalogue year 1993.
Eduardo Díaz es hoy un joven de 23 años, que realiza su primera exposición individual con una obra incuestionable en lo técnico, sugestiva y seria en la temática abordada y depurada en lo conceptual.
Me tomo la libertad de no encomiar esta obra, ni cargarla con adjetivos que sean innecesarios, ni buscarle referentes más o menos caprichosos.
A los ojos y entendimientos de quienes se detengan ante sus telas, confío todo juicio crítico.
No lo hago en la actitud de descompromiso, sino sabiendo que las líneas que escriba versarán sobre un joven excepcionalmente dotado, cuya obra se abrirá camino sin necesidad de palabreríos.
Eduardo Díaz es-y aquí sí quiero detenerme - uno de esos seres luminosos, que da gusto conocer y a los que es inevitable querer.
Tuve la tremenda responsabilidad de guiarlo en los primeros pasos por el mundo de la plástica, sabiendo que no solo nos separaban décadas, sino básicas y contrapuestas concepciones del mundo.
Eduardo Díaz evidenció, desde el primer diálogo, preocupaciones religiosas que le han llevado al camino del sacerdocio. Nadie más lejano a ello, que quién estas líneas escribe.
Consciente de su talento, que florecía en un medio árido lleno de riesgos, fueron infinitas las conversaciones mantenidas, y - desde la más llana fraternidad - las instancias en que me sentí ser un hermano mayor y torpe empeñado en guiar al joven lleno de promesas.
Es obvio que jamás pude aportarle más que bastidores y atención, ya que su talento natural eximía de cualquier aporte técnico.
Me guardaré para siempre - y también mis amigos y mis sobrinos - algunos meses que vivió en casa y llenó las noches junto al fuego de la ternura de su carácter reflexivo y de la música de su guitarra.
Porque de sus manos virtuosas también la música brota fácil y naturalmente.
Fue un tiempo bueno en que - luego de pintar el día entero, de almorzar y trabajar juntos cada uno en lo suyo, al caer la noche yo escribía letras más o menos juguetonas y él las armaba en música en pocos minutos, para regocijo de la rueda de amigos.
Mucho pensé antes de presentarlo a una Galería, y fue sabiendo lo que hacía que un día lo acompañé con su primer cuadro a la Galería Calle Entera.
La historia tuvo su gracia pues obligué a mi buen amigo Delgado a pagar por aquel cuadro sin verlo, aún envuelto en papel azul, ante un muchachito transido y expectante. Dos días después la obra, debidamente enmarcada, estaba en la vidriera. Antes de que acabara la semana Eduardo Díaz vendía su primer cuadro.
No se arrepintió el galerista, ni debí arrepentirme yo de haberlo hecho, pues a partir de entonces también Washington Delgado ha cuidado y ayudado a Eduardo con toda la fineza y amistad del mundo, siendo mucho más que un marchand, o tal vez lo que corresponde que sea exactamente un marchand.
Esta exposición es el fruto de todo esto, del respeto, trabajo y atención que Eduardo Díaz se ha sabido merecer de nosotros, con creces.
Su obra merecerá de ustedes lo que sea justo. Prefiriendo el cariño por Eduardo a ensayar una visión crítica, no es justo entreverar la cosa.
Estas líneas no deben ser confundidas con el amiguismo, sino dictadas por la amistad.
Sus trenes, las estatuas rotas, los paisajes desolados y los relojes abandonados tienen que ver con otra cosa. Tal vez con el país que asoma a los ojos de un joven, tal vez con el tiempo difícil y árido, cargado de grises y humo, que sus pinceles sufren.
Pero ahora es la obra de Eduardo la que da la cara al mundo, con sus propias fuerzas, y es hora de despedirse. Queda en vuestras manos.
"Eduardo Díaz" by Ernesto Popelka, "Estaciones del tiempo" catalogue year 1993.
Eduardo Díaz, en esta muestra, nos invita a subir sus trenes para un viaje que pretende unir “estaciones” las cuales, a veces, parecen estar en direcciones opuestas, pero que se van revelando como complementarias.
La capacidad técnica y resolutiva del artista se ensambla con el contenido simbólico de sus obras.
En ellas se van sucediendo permanentes alusiones a la muerte y a la vida, a lo viejo y a lo nuevo, a la transformación y al renacimiento.
Así ancianos y niños van evidenciando ante el observador ese poderoso arquetipo de opuestos que señala el ocaso de una etapa y el surgimiento de otra.
Pero no solo la temporalidad juega entre los opuestos, sino también las otras coordenadas de la vida humana: el espacio y la espacialidad.
Ambientes en ruinas y deterioro contrastan con paisajes y con el orden espacial, como planteándonos la pregunta y dejándonos la decisión de si lo que se deteriora es para la destrucción o para el reciclaje, la transformación o el renacimiento.
El ferrocarril es el símbolo más recurrente en esta muestra de Eduardo Díaz. En primer lugar nos remite a aquel protagonista precursor de la revolución industrial, con sus luces y sombras, pero ahora con nuevo sentido de orientación: estamos en los albores de una nueva revolución, ¿pero espiritual?
En segundo lugar la locomotora y sus vagones, como un rosario, recrean en nosotros la esperanza de la unión de lo disperso, la integración de lo diferente, sumando fuerzas más que fragmentándolas.
En tercer lugar el ferrocarril es signo de comunicación, uniendo hombres, pueblos culturas y razas, como una apuesta a recomponer el diálogo en un mundo cada vez más incomunicado.
Pero - y finalmente - los trenes de Díaz dan la sensación de una poderosa energía en movimiento; energía que ha dejado de ser estática o meramente potencial, para transformarse en cinética. Energía que brota del alma de este joven plástico y que - renovándose a sí mismo - pretende la dialéctica con el observador para buscar en él y no sólo en los lienzos, ese contacto por el ansia de la vida, de fe y amor, que tanto necesita el mundo contemporáneo."Eduardo Díaz" by Walter Echeverría Intendente Municipal de Flores (Uruguay) Year 1993.
Es con la certeza de la alegría y el deber que la Intendencia Municipal de Flores, a través de la Comisión Municipal de Cultura, auspicia y apoya esta exposición de Eduardo Díaz.
Este joven talentoso es ya uno de aquellos ciudadanos que nos hacen sentir orgullosos de nuestra cultura, y asumimos como un deber brindar nuestro apoyo entusiasta a su favor y al favor de su obra y su trabajo que hace bien, y honra nuestro departamento y a nuestra gente.