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Acle, Rosa
Rosa Acle nació en Río de Janeiro (Brasil) el 1° de enero de 1916, de padres libaneses, marcha pronto a Montevideo (Uruguay) junto a su familia.
Entre 1934 y 1935 asiste a las conferencias y a las clases de Joaquín Torres García, creador del constructivismo pictórico, integrándose posteriormente en la Asociación de Arte Constructivo.
Su primera exposición individual tuvo lugar en 1939 en “Amigos del arte” en Montevideo (Uruguay).
Los prejuicios en el medio familiar y social de las décadas del 30 y 40, alejarían a la artista de la Asociación de Arte Constructivo.
En 1939 Rosa Acle, viaja a París (Francia) donde conoce a los escultores Julio González y Liptchitz y a los pintores Kadinsky y Picasso, entre otros artistas e intelectuales.
Visitó también Italia, Suiza, Egipto y Java.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial se traslada a Australia, permaneciendo ocho años en Melbourne (Australia) hasta el final de la guerra. Allí se casó y tuvo dos hijos.
Rosa Acle pintó intensamente durante los primeros años y mantenía correspondencia con su maestro, Joaquín Torres García. También mantuvo intercambios con escritores e intelectuales Australianos.
Se dedicó desde los años 60, a su trabajo de creación plástica y a la impartición de clases de yoga, introduciendo en su pintura, de estilo geométrico y constructivista, elementos figurativos de raíz indígena, americanista y religiosa.
Rosa Acle regresa a Uruguay en 1947 dejando todo su trabajo del período Australiano que nunca logró recuperar.
En 1956 se casó nuevamente y tuvo una hija.
Partiendo de esquemas abstractos y de rigurosas arquitecturas, la obra de Rosa Acle evoluciona hacia la integración de una iconografía humana que revela sus preocupaciones vitales y espirituales.
Su creación plástica renació cuando Cecilia Buzio la invitó a participar de la muestra itinerante “La Escuela del Sur, el Taller Torres García y su legado”.
A este hecho se sumó su expectativa en relación al medio, surgida por la invitación de exponer en Galería Latina (Uruguay).
Trabajó intensamente hasta su fallecimiento en 1990, preparando una exposición que pocos días después se realizó Galería Montevideo (Uruguay).
En 1994 Galería Latina inauguró la muestra: “El milagro de la estructura. Exposición Homenaje a Rosa Acle” (Uruguay).
La obra de Rosa Acle formó parte de importantes exposiciones realizadas en el exterior: “El Taller Torres García. La Escuela del Sur y su legado”, fue una muestra organizada por el College of Fine Arts, The University of Texas at Austin (USA), tuvo una recorrida itinerante que comenzó en 1991 en el Centro de Arte Reina Sofía (Madrid, España); The Archer M. Huntington Art Gallery de Austin (Texas, USA); en 1992 en el Museo de Monterrey (México); en 1992 y comienzos de 1993 en el Bronx Museum of Arts (NewYork, USA); en 1993 en el Museo Rufino Tamayo de Ciudad de México (México). Luego en 1995, su obra integró otro proyecto internacional, Latin American Women Artists 1915-1995, organizado por el Milwakee Art Museum de Wisconsin (USA).
Esta selección incluyó entre otras artistas a Anita Malfatti, Frida Kahlo, Leonora Carrington, Mira Schendel, Tarsila do Amaral, Raquel Forner, Lygia Clark, Gego, Liliana Porter y Ana Mendieta. El itinerario de la exposición se inició en el Milwakee Art Museum de Wisconsin (USA); Phoenix Art Museum de Arizona (USA); The Denver Art Museum and Museo de las Américas de Denver (Colorado, USA) y finalizó en Washington (USA) en The National Museum of Women in the Arts en 1996.
Rosa Acle Falleció en Uruguay en el año 1990.
Diario El Día por Eduardo Vernazza "Sutil riqueza cromática en la pintura de Acle"
Sutil riqueza cromática en la pintura de Acle
Una pintora interesante. Un concepto que tiene raíces en su aprendizaje del Taller Torres García pero se supo liberarse con caracteres propios. Facetas con ciertas reminiscencias de íconos le dan a sus pinturas una esmaltada riqueza cromática. Estas obras se vinculan a un espíritu firme en cuanto a ejecución de un credo plástico. Es una obra de importancia en el ambiente nacional.
Diario El Día por Eduardo Vernazza.
Nota María Luisa Torrens
“Rosa Acle ve en el arte un medio de superación”. Se realizó como ser humano a través de plástica.
Después de estar alejada durante 10 años de la actividad plástica Rosa Acle realiza una exposición de sus obras en el Círculo de Artes y Letras.
5 de agosto de 1965.
Rosa Acle es sin lugar a dudas la primera artista uruguaya que adhiere al Constructivismo del maestro Joaquín Torres García. Una publicación de hace casi medio siglo, de 1939 titulada:” Obras constructivas de Rosa Acle”, con un entusiasta prólogo del notable creador uruguayo nos permite conocer la etapa inicial de Rosa Acle, quien ya se define como una consumada creadora.
Sus constructivos de ese período tienen la peculiaridad de romper con el rectángulo del marco y presentar como luego lo harán los Madí un borde irregular. Además una característica es que cada rectángulo que compone la estructura, siguiendo la sección aúrea, encierra no un único signo sino varios.
Las palabras de Torres García testimonian la precocidad de Rosa Acle y el “asombro” que causo “su rápida asimilación y comprensión de la doctrina, asi como de las reglas derivadas de ella”.
Ese comienzo rutilante abarca de, 1936 a 1939 e incluye estructura que son verdaderos proyectos arquitectónicos, maquetas de monumentos junto a tallas en madera y pinturas. Contaba entonces Rosa Acle con 18 años, hija de padre brasileño de origen libanés y madre libanesa pura. Es de lamenta que de esa etapa no se conserve ninguna obra.
La incomprensión y los prejuicios dominantes en el medio familiar y social en las décadas del 30 y 40 Montevideanas alejan a Rosa Acle de la Asociación de Arte Constructivo de la cual era un baluarte y la llevan a París, en 1939. Allí se vincula a un grupo de hindúes descubriendo el Hata Yoga, experiencia que la marcará para el resto de su vida. Recorre Europa, Italia, Suiza y Egipto. Se traslada a Australia visitar a una tía en el momento que estalla la guerra. Permanecerá allí por espacio de 8 años. Se casa y tiene dos hijos.
En 1947 retoma a Montevideo y se casa nuevamente en 1956 y de este segundo matrimonio nace una hija.
En su producción artística tiene ciclos. Es un temperamento obsesivo. En la búsqueda de una verdad se hace socia de los Rosacruces, atraída por el aspecto místico, que aflora en muchas de sus pinturas. Ya instalada en Montevideo y apremiada por urgencia económica se dedicará por 30 años a la enseñanza del yoga. El primer período Torresgarciano brillante abarcó de 1936 a 1939. No se sabe en dónde están las obras. De la estada de Australia que duró 8 años sólo quedan fotos de obras con influencia hindú, de formidable expresividad. Tampoco conservó ninguna pieza; todo quedo allá.
Una tercera etapa duró once años de 1951 a 1962, trabaja intensamente y expone en Amigos del Arte. Se observan permanentemente cortes en su quehacer artístico. Períodos en que deja de pintar. La cuarta etapa es muy breve, se desarrolla entre 1959 y 1960. Exhibe en Moretti.
El último período dedicado a la creación va del 61 al 72, son once años. La muestra que se exhibe en Galería Latina comprende las tres últimas etapas. En la mayoría de las obras borra la estructura de base permaneciendo en la superficie figuras y objetos dispuestos en perspectiva vertical. Escribíamos en el 65 “No hay un solo dibujo ni una pintura en que no esté presente esa densidad emocional, esa tensión espiritual que hacen de Rosa Acle una figura de primera magnitud dentro del ámbito artístico nacional”.
María Luisa Torrens
ROSA ACLE Y EL CONSTRUCTIVISMO J. Torres García
Desde que comenzó sus primeros ensayos constructivistas, Rosa Acle tuvo que sorprendernos por algo imprevisto que venía de su propia personalidad. Además de esto, nos causó asombro su rápida asimilación y comprensión de la doctrina, así como de las reglas derivadas de ella.
Indudablemente estábamos frene a un temperamento artístico que se salía de la órbita común, entendiendo por tal, no solo personales cualidades de sensibilidad plástica, sino, además, imaginación y alma creadora. Pusimos por tal razón, todo nuestro más decidido empeño a favorecer tan notables aptitudes para el arte y pese a la indiferencia que es habitual en nuestro medio.
Una personalidad destacada, por el solo hecho de existir como tal, tiene que estar en abierta lucha con el ambiente circundante, que quiere decir con la incomprensión. Y así que comienza a manifestarse, comienza también su calvario. Rosa Acle no ha escapado a tan dura ley, con la cual se venga la mediocridad.
Aunque siempre ha estado en vigencia el adagio aquel de “tanto tienes tanto vales”, aún, no se hace de esto muchos años, contaban todavía otros valores y, además, el hombre velaba por su dignidad. Pero hoy ya sabemos que lo que aquilata el valor de una personalidad es el éxito den el dinero, el cual debe obtenerse casi siempre en menoscabo de valores menos realistas. De ahí que se juzgue al artista un fracasado, ya que su objetivo no puede ser jamás ese y aun no desconociendo su relativa importancia.
Pues bien, por tales razones, al entrar esta joven artista, con pleno conocimiento de lo que supone, no ya solo el ser artista sino a un artista constructivista (arte de estrecha disciplina y también de estrecha y austera base ética) el persistir en tal vía, sin vacilaciones ni arrepentimientos, tenía, dado nuestro medio, poco propicio, que despertar no pocas reacciones que habrá tenido que afrontar. Por cuya razón, todos los que creemos y defendemos tal arte, hemos de estarle agradecidos.
Porque ocurre, que el artista (sobre todo militando en escuelas que se separa del criterio común del arte) es a menudo interrogado con respecto a sus creaciones. Y entonces, al dar sus explicaciones, sea por falta de preparación en los otros, sea por novedad de la escuela, no es fácil que le comprendan. Y entonces, si tal se les dice, se irritan y tildan de pretensioso al artista. Pero en esto no llevan razón. Porque ¿qué horas distraen en el estudio del arte o de la filosofía para luego querer ser entendidos? Tendrían que ser más consecuentes, y en vez de acoger al artista con una sonrisa de conmiseración, o de irritarse, mejor sería que le dejasen en paz o del estudiasen (y su obra) a fin de comprenderle.
Hemos visto a Rosa Acle afrontar valientemente estas situaciones y, lo que es más, que ello ha acrecentado su fe o convicción en el Constructivismo. Y así ha producido infatigablemente sin desmayo.
Cuanto al valor de sus obras, no vacilamos en afirmar, que tanto por su calidad plástica, como por lo bien trabado de su estructura, pueden calificarse de verdaderamente logradas, y más si a esto añadimos lo que decíamos al principio: algo imprevisto que viene de su personalidad y que, al encontrar cauce adecuado en el arte geométrico nos da algo de muy profundo y misterios y, a la vez de recia arquitectura. Sus tallas en madera, sus composiciones al temple y al óleo, su fuego, sus obras, en nuestro sentir, definitivas, y que acusan una misteriosa madurez que contrasta con la juventud de la artista. Y aquí tengo que hacer resaltar este rasgo que indudablemente, es de origen ancestral; cierto orientalismo que nos avecina al antiguo arte persa o al caldeo de Ur o de otra corriente afines en el arte antiguo, y que Rosa Acle da con la más libre y natural espontaneidad.
A nuestro juicio pues, tal artista está llamada a producir obras de extraordinario valor y en diversos campos de aplicación, por esto sería de desear que se le presentase esa oportunidad.
Desde ya podría realizar un conjunto, fuese en el ornamento de un importante recinto arquitectónico o monumento en piedra u otra materia. Y sin duda también podrían salir de sus manos mil pequeños objetos exornados y concebidos por su fantasía. Pero repetimos, el ambiente no le favorece…
Sobre eso no hay que dolerse ya que, tal resistencia acrecentará la fuerza y pureza de su arte.
Que el Constructivismo encuentra a Rosa Acle no sólo una excelente y bien convencida colaboradora, sino además una ardiente y decidida defensora, no hay la menor duda. Y esto por si solo ya nos manifiesta no sólo una fuerte voluntad sino un talento no vulgar pues, dado el medio, tal resistencia y deseo de superación, tienen que ser aquí doblemente fuertes.
Toda la personalidad que tiene algo que decir (y que por esto no es llevada por azar o la costumbre) a menudo divaga antes de hallar su camino. Tal conducta suele ser severamente juzgada. Dirán: “He ahí un ser inútil, que si comienza muchas cosas, no termina ninguna”. Hemos visto mil casos semejantes.
Y es que no hay nada más difícil que el conocerse a sí mismo.
Rosa Acle divagó hasta encontrar su bien en el constructivismo. Pero, si llegó a su comprensión, fue, indudablemente, no sólo debido a su natural reflexivo, sino además, a su afán de saber y por esto de buscar. Y halló buena guía en esto de Esther de Cáceres, que la abrió el horizonte de los buenos autores y que además supo comprenderla y alentarla. Y tenía que ser un poeta el que descubriese tal anhelo.
¿Hay buenas y malas lecturas? Depende del espíritu de selección del que lee. Acle leyó de todo, pero hay que decir que recogió lo mejor. Y así fue formándose.
En tal búsqueda, no es de extrañar que el intelectual, artista o poeta, por esa concentración menosprecie totalmente la distracción fácil que a otros suele seducir, y prefiera una soledad meditativa. Y en tal soledad hallaríamos hoy a Acle, es su escondido rincón, entre sus útiles de trabajo y sus obras, viviendo en la profunda fe constructiva que es la razón de su existencia.
Y todo esto, que ya no es una promesa sino una realidad (las obras están ahí para quien sepa verlas, y que son un testimonio y la mejor expresión de tal vida que se manifiesta) tales obras, digo, en medio del arte corriente (y sobre todo de otra juventud bien distinta) son un arte que ultrapasa de esfera, al fin, de la sensualidad, para llevarnos al plano geométrico de lo universal.
Enero de 1939- J. Torres - García
La obra de Rosa Acle Diario El País. 14 de agosto de 1965. María Luisa Torrens.
La obra de Rosa Acle
Pintora de singular imaginación y original concepción formal una creadora que tenía algo que decir se viera abocada a renunciar a expresarse por falta de recursos.
“Yo no se si podré recuperar mi capacidad creadora”. Respondió serena con su mirada triste y honda. Se distinguen sus trabajos por la densidad del tono, la energía del trazo, y la rara inventiva. Virtud para elaborar ritmos y desarrollar una superficie perfectamente trabada.
Aquí las formas no son menos signos que aluden a las cosas, sino que se cargan de un contenido simbólico.
Diario El País. 14 de agosto de 1965. María Luisa Torrens.
29 de octubre de 1972. Amalia Polleri "La huella del Oriente"
“La huella del Oriente”
“Despierta interés por varios motivos: la riqueza oriental de recamad tapiz-paleta tonal y armónica generalmente baja. Transpuso los principios del maestro (Torres García) por arte de magia plástica y claves orientales. En ellas (las telas) cuentan menos la sección de oro y el constructivismo que la acumulación mil y unochesca de elementos que en algunos casos, tratan de escapar del escueto límite del cuadro; cuadrícula apenas capaz de captar un fragmento indeterminado de pululante, misteriosa vida. La abigarrada fantasía oriental de su creación, su cosmovisión cargada de reminiscencias de ajenas civilizaciones apenas comprensibles para nuestra longitud de onda. Una creadora cuya originalidad la destaca en nuestro ambiente”.
29 de octubre de 1972. Amalia Polleri