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Gamarra, José
Pintor y grabador nacido en Tacuarembó (Uruguay), el 12 de febrero de 1934.
Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes con el pintor Vicente Martín en 1951; grabado con el artista silesio Johnny Friedlaender, en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (Brasil) y con Ibiré Camargo en el Instituto de Bellas Artes de dicha ciudad, en usufructo de la Beca Itamaratí del Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil, que obtuviera en 1959.
Regresó a Montevideo en 1961 y ganó la Beca Anual de Jóvenes otorgada por la Comisión Nacional de Bellas Artes, trasladándose a Europa en 1963.
Actualmente está radicado en Francia.
Exposiciones en el extranjero:
1959- Salón de Arte Moderno de Río de Janeiro (Brasil).
1960- Salón de Arte Moderno de Río de Janeiro (Brasil).
1960- “14 Artistas del Uruguay”, Río de Janeiro (Brasil).
1960- “Arte Actual del Uruguay” en el Museo de Arte de Porto Alegre (Brasil).
1961- Salón de Artes Plásticas de Río de Janeiro (Brasil)
1961- Arte Contemporáneo en el Museo de Arte Moderno San Pablo (Brasil).
1961- Salón Municipal de Bello Horizonte (Brasil).
1961- Salón Anual de Curitiba (Brasil).
1961- Bienal de Jóvenes de París (Francia).
1962- Bienal de Jóvenes de París (Francia).
1962- Pintura Contemporánea Americana, Santiago de Chile (Chile).
1962- 1ª Bienal Americana de Arte, Córdoba (Argentina).
1962- Bienal Internacional del Grabado, Tokio (Japón).
1963- Bienal de Jóvenes de París (Francia).
1963- Exposición Internacional del Grabado en Ljublijana (Yugoslavia).
1963- Arte Sudamericano de Hoy, Bogotá (Colombia).
1963- Arte Sudamericano de Hoy, Caracas (Venezuela).
1963- Grabadores Uruguayos, New York (USA).
Integró la selección de Arte Sudamericano en gira por Europa.
1963- Expuso en el Instituto Cultural Chileno-Brasileño, Santiago (Chile).
1963- Bienal de San Pablo (Brasil).
1963- Bienal de Venecia (Italia).
1964- 10ª Exposición de Grabado Latinoamericano, Galería Sudamericana (USA).
Realizó exposiciones individuales en el Uruguay y concurrió a Salones Nacionales, municipales y del Interior y a la Exposición Premio Blanes, auspiciada por el Banco de la República del Uruguay desde 1961 a 1963.
2002- “Backstage into view”, Galería Ruta Correa Freiburg (Alemania).
2005- Colección Femsa una mirada continental, Museo Arte Contemporáneo de Monterrey MARCO, Monterrey, NL (México).
Premios en el exterior:
1962- 3er. Premio. Primera Bienal Americana de Arte (Córdoba, Argentina).
1963- Beca en la Bienal de Jóvenes de París (Francia).
Premios en el Uruguay:
1957- 3er. Premio Junta Departamental de San José por sus óleos “Naturaleza Muerta” en el II y III Salón de San José.
1957- Premio Cámara de senadores, Medalla de bronce por su óleo “Naturaleza Muerta” en el XXI Salón Nacional de Pintura de Montevideo.
1959- Mención Comisión Municipal de Cultura de Paysandú por “Naturaleza Muerta” (tierras) en el IV Salón de San José.
1960- Premio Adquisición, destino Museo Departamental de San José por su óleo “Naturaleza Muerta” en el V Salón de San José.
1961- Premio Shell Uruguay S.A., Medalla de Bronce por su óleo “Naturaleza Muerta X” en el XXV Salón Nacional de Pintura de Montevideo.
1961- Premio Adquisición por su óleo sobre tela “Naturaleza Muerta” y por “Pintura M.62017”, mixta sobre tela en el XIII Salón Municipal, Montevideo.
1962- Premio Adquisición por su óleo sobre tela “Naturaleza Muerta” y por “Pintura M.62017”, mixta sobre tela en el XIV Salón Municipal, Montevideo.
1962- Premio Ministerio de Relaciones Exteriores, Medalla de Bronce por su óleo “Pintura M.62220” en el XXVI Salón Nacional de Pintura de Montevideo.
1963- 1er. Salón de Pintura Moderna del Instituto General Electric.
1963- Premio Embajada del Brasil, Medalla de Bronce por sus medios combinados “Pintura M. 63721” en el XXVII Salón Nacional de Pintura de Montevideo (Uruguay).
Está representado en los Museos Nacional y Municipal de Bellas Artes (Uruguay), Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Argentina), Museo de Arte Contemporáneo de Chile, Fundación Rockefeller New York (USA),Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo MEIAC, Badajoz (España), instituciones estatales y colecciones privadas de varios países.
"1ª Gran Muestra en el Museo de Arte Precolombino e Indígena MAPI", por Nelson Di Maggio (Uruguay, 2006).
A un año de inaugurado, el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) concreta la primera gran muestra, largamente meditada por un equipo profesional.
María Freire, 1958.
José Gamarra, 1963.
Dibujo de Juan Manuel Blanes, sin fecha.
Carlos Castellanos, c.1914.
Con un acervo de enorme interés aunque presentado en varias oportunidades con erráticos y confusos resultados, el MAPI propone Imaginarios prehispánicos en el arte uruguayo (1870-1970), una muestra de inusual envergadura. Una investigación revisionista del pasado cultural del país, sepultado por la historia oficial y que aún hoy cuesta reconocer su existencia. En tiempos de identidades líquidas, de acuerdo a los criterios asumidos por el reflexólogo Zygmunt Bauman, esta toma de conciencia hacia la incidencia del ayer indígena y precolombino a través de artistas uruguayos que lo frecuentaron en sus obras durante un siglo, es reconfortante. Al escudriñar con inteligencia y sensibilidad, contando con un presupuesto suficiente para concretar propósitos, articular diversidad de objetos y elaborar un corpus teórico serio y convincente traducido en la publicación de un catálogo-libro de indudable importancia, en su contenido y en el diseño gráfico, Olga Larnaudie, coordinadora general, asistida por numerosos, eficaces colaboradores y la indispensable imaginación de Osvaldo Reyno en el montaje, factor esencial para el logrado nivel expositivo, obtuvo un rotundo éxito.
Porque el gran atractivo de Imaginarios prehispánicos en el arte uruguayo (1870-1970) fue salir de la rutina de las muestras monográficas e indagar, con las dificultades del caso, pero superadas con destreza operativa, el panorama colectivo de artistas nacionales y su relación con el pasado, enhebrando los cabos sueltos de obras dispersas en el tiempo. Así, las inevitables referencias de Pedro Figari, el formidable instigador al estudio de las civilizaciones primeras (no siempre primitivas) y su breve pero contundente pasaje por la Escuela de Artes y Oficios, el papel de Milo Beretta y su relación con la decoración en la casa de Vaz Ferreira, los viajes por la América profunda de Carlos A. Castellanos y Francisco Matto, seguidos de sus colegas torresgarcianos (Gonzalo Fonseca, Julio Alpuy, entre los más notorios) y Norberto Berdía (insuficientemente valorado hasta hoy) junto a Joaquín Torres García que, si no conoció directamente el arte precolombino, tuvo ocasión de observarlo en los museos de Nueva York, París y Madrid, en sus diferentes estancias. Mientras, Juan M. Blanes en dibujo y pintura, y sus hijos, Nicanor y Luis, José Luis Zorrilla de San Martín (con débitos a Bourdelle) indagaban, en el campo de la escultura, con errática formulación formal y sin trascender lo anecdótico, la temática indígena.
Esas adelantadas visiones tuvieron sus prolongamientos en generaciones posteriores (Luis Mazzey, Milo Beretta, José Gurvich, María Freire, Carlos González, José Gamarra, Miguel Battegazzore, Ernesto Aroztegui, José Collel) con diferentes lenguajes (pintura, grabado, tapiz, cerámica). La exposición, al exhibir piezas escasamente conocidas por el público y agregar documentos varios, establece una sutil relación entre obras disímiles y conduce al visitante hacia la reflexión y al deslumbramiento visual. En el catálogo, Juan Flo retoma y amplía un texto publicado en 1991 en ocasión de La Escuela del Sur en el Museo Reina Sofía de Madrid, cuestiona las interpretaciones de la curadora Margit Rowell y abre el abanico de la polémica sobre Torres García. Otra factor más para hacer de Imaginarios prehispánicos en el arte uruguayo (1870-1970) una muestra memorable, absolutamente indispensable de ver y estimar.
Cuatro artistas en chiaroscuro - Matta, Antonio Segui, Wilfredo Lam, José Gamarra.
UNESCO Courier, July, 1984 by Edouard Glissant
MATTA is an artist who escapes the controversy between abstract and figurative art, slipping out of the debating chamber and dissolving like a wraith in the bluish haze with which so many of his greatest works are suffused. And if what he paints has not the immediacy of the real, neither is it a sketchplan or a diagram of something that exists. I would go so far as to say that Matta is forever painting the pulsation of life.
Depth in Matta's painting is achieved by a projecion forward in front of the canvas of pictural space, a proscenium which saw his first attmpts to render visible the convulsion of modern thought: the disintegration of old systems of logic, the vertiginous flights of Eros, resistance against tyrannies, the unshackling of the "Savage Mind."
Is it possible to "paint", not states of mind, but the very functioning of the mind or, going still further, that fabulous gamble the "complete man", reconciled with all forms of humanity, finding in them his own being and fulfilment.
Matta's painting shows us that it can be done. What we find in them is the movement that fuels our most personal upsoarings and consolidates the roots we share most widely with others. Planes that combine or resist each other on the canvas, spirals of discovery, explosions of revealed incompatibilities, condensation into new stars of our most intense convictions--here matter joins company with and follows the dynamism of the spirit. Matta does not paint "things", he illuminates trajectories.
This is an aritst who forever seeks to find out and demonstrate "how things work". Not merely, like an architect reflecting on his work, how it is constructed, but how it really functions. Can we, for example, gauge or even begin to comprehend the vast ferment of cultures reacting and interacting with each other today" We have no guide or blueprint to judge by; but does this mean that we should renounce all attemps to read the Book of Destiny? Matta's paintings raise questions such as these and show us that there is no halting the spectacle of life.
This is thoroughly modern painting, aloof form conventional quarrels, investigative, always in movement; we know that it has its origins in the ancient wisdom of the Andes, but already it is exploring unknown regions that humanity is projecting on the forefront of the proscenium stage of history.
SEGUI
THE art of Antonio Segui has affinities with the art of prose, the obstinacy and ruggedness of which Segui adopts to probe reality and bring out its raw qualities.
It has often been said that colonial Baroque resulted from a superabundance of being. The artist took pleasure, a mischievous pleasure perhaps, in showing that he was capable of rendering to excess what he was expected to express: catholicity, civilization, flamboyant rhetoric.
In the case of Segui, we are without any doubt in the presence of another kind of Baroque, which does not strive towards the overelaboration of being but tracks it down behind its masquerades and gesticulations. The aim is to discover our true nature, or what is left of it, perhaps, when it is divested of the shabby finery imposed upon it. paradoxically, it is the shabby finery that Segui shows us, so that we can guess at what is hidden beneath.
In all the different stages of Segui's painting, stages which follow each other with mounting speed, we find the forms of this Baroque, constantly renewed. Rickety towns, overrun towns, prostrte passers-by, leering catastrophes, smashed dolls, clothes for scarecrows, but also the emotion diffused by the light of a streetlamp, the warm colour of a single tree, the word of a rainbow, the sun of a man's step. In other words, the everyday, which pares away our pretensions or alienations and reassures or consoles us at the same time.
The unexpected thing is thus that in Segui's work the obstinacy and ruggedness are full of an unfailing charm. This prose is also poetry which navigates in the depths. Segui paints that which perverts our nature and makes us strangers to our truth, but also everything that carries us away, secretly nourished by an inner sum, in the tango of tenderness.
LAM
THE art of Wilfredo Lam involves a double objective: to seek out and bring into relief the forms secreted by a very concrete reality, that of his native island, and at the same time to draw attention to the cultural predicament in which we find ourselves today and which demands a contribution from each one of us.
Lam's first concern was to fill the canvas; its poetry lies not in the tree but in the profusion of vegetation, verticals surging from the memory, exploding into an island-space-filling jungle. African forms are revived, not through cliche-clouded eyes, but in all their vital inner mobility--triangles wide-eyed with astonishment forming lozenge-shaped bucklers, burgeoning ears of moon-horned gram; and those anatomical anthologies--obduracy of feet round which the soil seems to lap like water, the Sumerian slant of the torso inclined towards a divinity to impart a secret.
The mocking reply of the oppressed. How heartening it was, at the turn of the 1940s, on the fringe of the drama of the Second World War, to discover thus that nothing had been lost of the ancients splendour. Delicate breadth of this assembly, within the same space-time as Aime Cesaire, Nicolas Guillen and Langston Hughes. The people of the Antilles had retained not only the memory of the word, they bore within them the lightning flash of the brush-stroke, the ochreous eminence of so many landscapes recombined.
Lam's work viewed as a whole bring together everything that the artist has amassed, all the elements, the forms, the majestic outpourings, of his island and of his remembrance, and spreads their directing influence to everything from design to the fiesta, to encounter with others. The canvas becomes less saturated. The facts of the Caribbean reality, the revalued ways of the Black African universe fan out in all directions to reach fulfilment, achieving consummation in the vast unforeseen of the interacting world.
Lam, heaven's alchemist, preserves in his work our earthy memories. It is his offering that every breeze that blows, no matter whence it comes, loves to stir with its caress.
GAMARRA
In José Gamarra's paintings animal and plant life are never far from the source of their perpetually renewed beginning: the fathomless waters of eternal genesis. The Forest here unfolds from the mysterious liquid (pond, river or seashore) from which arise, at any moment, primordial creatures and the promise of the future. Gamarra's Forest is no illusion; it is the land of dreams, with its astonishingly sharply defined contours, where tropical flowers carve out their outlines against the dark blue mass of the sky, where the new man, escaping the relentless eye of the hunter, prepares his festivals.
This South American space-time capsule is so living, so organic that we cannot distinguish that which was from that which is or will be, or the forest from the plantation, the blood of the beast from the blood of the land, the spurt of water from the cascade of oil, the primeval bird from the helicopter.
No known artistic artifice could portray such complexity; neither naive realism nor the sham distortions of the avant-garde whose time scale his no foothold here. What forms and relationships could be imagined that could meet his challenge?
Gamarra's art does more than merely offer a reply to this question.
It defines a place where natural representation unites with the symbolism of form, where caricature is inscribed in the living flesh of the landscape, where the clairvoyance of myth is punctuated with mocking laughter, and where humanity, that is to say living and suffering beings, hide and in so doing reveal themselves.
Thus artistic tension is at one with a living experience which is more than merely passively undergone. We are enticed to recommence a voyage of exploration more perilous than that of the seeker of gold. Our task is to reassemble so many obscured and suppressed stories of this America and to embed them in the tranquil permanence of forms adapted to their rebirth.
"Biennale de Paris 1963", por Jorge Páez Vilaró (fuente: Base Documentaire de la Biennale de Paris).
La représentation artistique uruguayenne qu'envoie la Commission Nationale des Beaux-Arts à cette nouvelle Biennale de Paris, sera composée des peintres Jorge Amendola Verdie, Jorge Damiani, José Gamarra et Hugo Nantes. II s'agit de quatre personnalités de valeur, parmi les jeunes, qui ont pris conscience des problèmes de l'art actuel, en cherchant avec l'appui d'un métier chaque fois plus solide, un langage propre dans l'immense et vaste concert de l'universalité. Amendola Verdie est la plus jeune et sa peinture spontanée donne une impression de franchise et de vitalité dans une attitude spirituelle directe et fluide. Damiani et Gamarra ont déjà participé à la sélection de notre pays à la VIIème Biennale de San Pablo. Nous montrons ici les dernières réalisations du premier, dans lesquelles il révèle sa nouvelle conception de la forme sévère et prédominante, en un dia-logue puissant ou règne le vide silencieux. Gamarra fait pencher son éloquence symboliste vers le discours sensible des signes et des formes avec lesquelles il décrit toute sa puissance imaginative, dans une esthétique d'évocation archaïque, ancestrale, avec des images animées et lyriques. Hugo Nantes, peintre figuratif, nous apporte, avec ses têtes statiques et muettes, la note expressionniste suggérée avec humanisme et douceur, en une synthèse du mouvement et du dessin avec une tonalité chaude et une atmosphère de trans-cendance poétique.
Jorge Paez Vilaro
Secrétaire de la Commission Nationale des Beaux-Arts
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Section arts plastiques
Peinture et dessin
Jorge Amendola Verdie
Né en 1938 é Montevideo (Uruguay)
Atlantique, 1963 (huile, 70x100)
Point Cardinal, 1963 (huile, 100x70)
Jorge Damiani
Né en 1931 à Gênes (Italie)
Imposition 1, 1960 (huile, 84x109)
Imposition II, 1960 (huile, 84x109)
Jose Gamarra
Né en 1934 à Tacuarembo (Uruguay)
Peinture M.63520,1963 (techniques diverses, 100x130)
Peinture M.63521,1963 (techniques diverses, 125x150)
Hugo Nantes
Né en 1932 à San Jose (Uruguay)
Figure 1, 1962 (huile, 50x40)
Figure 2, 1962 (huile, 50x40)