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Cabrera, Raúl Javiel
Nace en Montevideo (Uruguay) el 2 de diciembre de 1919.
Abandonado por su familia, pasa los primeros años en un asilo y concurre a la escuela José Pedro Varela hasta 5º año. Sus cualidades artísticas se manifiestan tempranamente, trabaja desde muy joven y entre otras tareas, pinta vitrales.
Asiste al Círculo de Bellas Artes de Montevideo, a la Universidad del Trabajo del Uruguay, por entonces bajo la dirección de Guillermo Laborde, estudia además con Gilberto Bellini, con Serrano en el Taller Don Bosco y con Prevosti. Aunque su vida transcurre entre internaciones en hospitales psiquiátricos y familias que lo toman a su cargo, su tarea plástica es constante.
Realiza exposiciones individuales en la Asociación Cristiana de Jóvenes de Montevideo (Uruguay); en el Ateneo; en el X Salón Nacional, 1946; y participa en la XVI Bienal de San Pablo (Brasil) en 1981. Es premiado en el V Salón Municipal, 1944; IX Salón Nacional, 1946, y VII Salón Municipal, 1946.
Su tema son niñas extrañas, de rostros largos, ojos fijos, mirada seria y ausente, con las manos cruzadas, estáticas, cubriendo el sexo. En ocasiones pintó observando del natural, pero asociaba el procedimiento con la pintura académica.
La mayoría de las obras conservadas del artista son acuarelas donde se observa geometría, ritmo, brazos cruzados en escuadra, manos y vestidos que pueden considerarse gráficos y casas o elementos arquitectónicos rígidos.
Está representado en el Museo Municipal Juan Manuel Blanes, de Montevideo (Uruguay), y en el Museo Nacional de Artes plásticas y Visuales de Montevideo (Uruguay).
Se ha escrito mucho sobre Cabrerita en los últimos tiempos, aunque en realidad se lo conoció poco. Integrante durante la década del Cuarenta y mitad de la del Cincuenta de una bohemia artística que se movía entre el Ateneo y el Sorocabana, Cabrerita fue un marginal al que se le concedían méritos artísticos y se le reprochaba su forma de vida, o su manera de ser, a su singularidad.
No cabe dudas que Cabrerita era distinto hasta para el entorno poco prejuicioso y a menudo solidario que lo rodeaba. Carecía de alojamiento y de trabajo, vestía como un mendigo, era deseado, y arisco pese a su timidez, no tenía el menor sentido del dinero, vivía a café con leche que pagaba con algún peso que le daban sus amigos en acto de generosidad y cuando vendía algunas de sus obras.
En casi todas las acuarelas aparecía una imagen de una mujer rubia llamada Esther. Ella estaba sino presionada, al menos contenida en ritmos geométricos o geometrizantes que de alguna manera mantenían separada del universo real a Esther, mirando al vacío pero con serenidad, con placidez, era una imagen hierática, resuelta plásticamente, de un modo clásico, se había llegado en sus soluciones a una forma constante, una manera de decidir, su expresión, que no ofrecía dudas, era siempre la misma y considerada perfecta por el creador. Lo que se modificaba era el entorno, el que rara vez aparecía como tal, sino que casi siempre eran soluciones puramente plásticas.
Esa Esther era aquella niña que había visto sentada en un escalón cerca de su casa y lo obsesionó toda su vida. Cabrerita retuvo la imagen de Esther, otorgándole desde un principio carácter de eternidad. Así se vio en el afiche del “Teatro Essaion de París”, Francia, que hace varios años lleno la “ciudad luz” con esa mirada.
La acuarela era su medio expresivo y lo único que manifestaba dejando de lado que lo hacía magistralmente era una obsesión serena sobre la que ejercía control. Esto lo canjeó Cabrerita por la misma obsesión, pero desalentada, dolorosa, casi desesperada.
A Cabrerita lo internan y llega, desde lo hierático, a la angustia mordaz. Ese es el camino que recorre Cabrerita en cincuenta años de enfermedad y tratamiento. Toda su obra inicial era plácida y segura; toda su obra posterior es dubitativa y convulsionada, pasa, de una distribución ordenada a la dispersión, mientras su fijación perdura. Había una mesura, un autocontrol, un concepto de color y una serenidad de ritmos, de soluciones que se perdió. Inclusive Esther ya no fue la misma, se manifiesta alternada, dispersa, débil, en colores banales y abigarrados.
Cabrerita hoy aparece como metáfora humana, esta tan allá que debe dar un gran rodeo para parecerse a un hombre común; de vuelta, hace lo posible, o lo aparente, por acercarse, se sienta en rueda...pero no está...a él solo le interesa estar con el mismo.
Repasando imaginariamente el conjunto de la obra de Cabrerita para lo que nos ayudan las reproducciones aparecidas en dos afiches de París una de 1946 y otra de 1984, puede observarse la diferencia que hay entre la producción de una época y la de la otra, la distinta manera de concebirla.
Así, insistentemente, Cabrerita a través de su obra, nos hace saber, sin él saberlo, de su posibilidad de ser, de decidir y de comunicar, más allá de su presencia, más allá de las escuetas palabras que murmura, de su mirada pendiente y evasiva. Fue gran admirador de Picasso, Amézaga, Barradas y Torres García quién frecuentaba sus clases y a sus discípulos. Pasó su mayor tiempo en el Hospital Vilardebó y en la Colonia Etchepare a causa de una esquizofrenia aguda.
Desde el año 1980 y gracias a gestiones privadas y bajo el gobierno del Dr. Julio María Sanquinetti se consigue el Alta de la Colonia Etchepare y pasa a residir en casa de la familia Luchinetti quién afectuosamente le brindo cariño y amor. Cabrerita no deja de pintar y muchas veces a ritmo febril, recién en la década de los ochenta se produce lo que podría llamarse un redescubrimiento de Cabrerita. En 1981 sus obras van a la Bienal de San Pablo (Brasil). En 1982 integra, junto a diecinueve plásticos relevantes, la muestra “Arte contemporánea del Uruguay” que se exhibe primero en Montevideo (Uruguay) y luego se muestra, con carácter itinerante, por la entonces República Federal de Alemania.
Algunas galerías se interesan por su obra y lo incorpora a su elenco. Esta suma de hechos va generando una especie de “fenómeno” Cabrerita. Lo curioso es que el protagonista mantiene una elusiva ajenidad con esa creciente y merecida celebridad. Él se remite a pintar. Se suceden los rostros de mirada fija, alucinada sí, pero a la vez deslumbrada, ingenua.
Su técnica siempre es la acuarela, Espínola Gómez, sostenía que Cabrerita era, sin duda, el mejor acuarelista que registra la historia plástica uruguaya. El profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Montevideo Prof. Miguel A. Pareja Piñeyro (03/12/1970) dice: “...conozco la trayectoria creativa del pintor Javiel Raúl Cabrera (Cabrerita) y pudo acreditar que se trata de uno de los artistas nacionales de mayor significación surgido en las últimas décadas. La protección oficial que pueda resolverse para favorecer su dedicación a la satisfacción de sus afanes creativos, redundara en beneficio nacional y será de indiscutible justicia...”
En el azaroso deambular de Raúl Javiel Cabrera por el mundo (un mundo formado por unas pocas calles céntricas y alguna mesa del Sorocabana), a su tímida manera se comunicó con poetas y con plásticos en la década del 40. Lo que vino después, en su larguísima internación en el Vilardebó y en la Colonia Etchepare, lo ignoramos. Pero en los “años locos” fue su íntimo el poeta surrealista José Parrilla quién le hizo conocer versiones españolas de los poemas de Rimbaud, Jean Cocteau y Breton. También él, alguna vez, quiso ser poeta y escribió algún texto (o lo garabateó) en un pedazo cualquiera de papel, en una servilleta entregada a los amigos o extraviada en alguna oscura pensión.
Cabrerita fallece el 28 de diciembre de 1992 en la Ciudad de Santa Lucía, Departamento de Canelones (Uruguay).
Principales Exposiciones:
2008- Acuarelas de J.R.Cabrera, Embajada de Uruguay en París (Francia) del 28 abril al 30 junio; « La Nena » y en Barcelona (España) desde el 3 al 30 de mayo.
2002- Acuarelas y diseños de J.R.Cabrera, Embajada de Uruguay en París (Francia) del 8 de julio al 30 de agosto.
2001- Exposición conjunta de J.R.Cabrera y Magali Satgé, Théâtre Essaïon de París (Francia).
1991- Exposición conjunta de J.R.Cabrera y Magali Satgé en Galerie de l’Escalier de París (Francia) desde el 23 de setiembre al 6 octubre.
1985- Théâtre Essaïon de París (Francia) el 10 de diciembre.
1981- Bienal de San Pablo (Brasil).
1956- 15ème exposición Pascual Letreros desde el 19 de mayo al 2 de junio: J.R.Cabrera - Alma Castillo - Gerardo Pintado - Primitivo Cano en Galería Jardín, Barcelona (España).
1955- 14ème exposición Pascual Letreros - Galería Jardín (Barcelona, España) del 3 al 15 de enero. J.R.Cabrera - Alma Castillo - Gerardo Pintado - Primitivo Cano
1953- 10ème exposición Pascual Letreros - Campo Grande, Valladolid (España). J.R.Cabrera - Alma Castillo - Gerardo Pintado - Publio W. Otero - Lorenzo Frechilla - Lilián - Primitivo Cano - Teodoro Calderón 11ème exposición Pascual Letreros - en la Palma de San Justo: A.Castillo - J.R.Cabrera - G.Pintado - P.Cano - P.W.Otero - L.Frechilla - M.García. Inauguración junto a Parrilla quien hablara sobre el Arte Abstracto. A.Castillo y J.R.Cabrera del 30 de julio al 3 de agosto Palacio de Santa Cruz (Valladolid, España).
1950- Exposición Pascual Letreros del 7 al 16 de mayo (Valladolid, España).
1949- J.R.Cabrera y Parrilla Salón de Exposiciones del Hogar del Productor (Valladolid, España).
1948- Exposición de Pintura: A.Castillo - J.R.Cabrera del 29 de marzo al 10 de abril Palacio de Santa Cruz (Valladolid, España).
1946- Salón de Otoño (Montevideo, Uruguay) Salón Nacional de Bellas Artes Ateneo de Montevideo.
1945- Asociación Cristiana de Jóvenes del 26 de julio al 4 de agosto (Montevideo, Uruguay). En los salones de la Comisión de Cultura.
1944- Asociación Cristiana de Jóvenes del 15 al 25 de agosto (Montevideo, Uruguay).
Exposiciones permanentes:
Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo (Uruguay).
Galería de Arte Portón de San Pedro (Montevideo, Uruguay).
2005- Teatro: «Cabrerita» de Eduardo Cervieri, actor: Carlos Rodriguez Montevideo (Uruguay). Itinerante por toda América, Francia, España, Inglaterra, Italia, etc.
2010- CD: «Poésie et Absolu» Parrilla - Estérisme
Poseen obras suyas coleccionistas particulares de Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, México, USA, Canadá, Sudáfrica, España, Francia, Israel, Italia, Alemania y Suiza.
Fragmento del libro "Antología de Montevideo", por Alejandro Michelena.
Cafés que fueron clásicos, Templos de la cultura rioplatense
En las capitales del Río de la Plata los cafés constituyeron –desde el siglo XIX– ámbitos privilegiados para el encuentro democrático, propicios al intercambio de ideas, a la experimentación en las letras y las artes, al desarrollo de la música popular.
En Buenos Aires y Montevideo apareció, a la altura de 1900, ese tipo humano que el crítico uruguayo Alberto Zum Felde definiera tan precisamente como "el intelectual de café". Este ya no provenía de familia patricia, y no siempre poseía título universitario; pero estaba abierto a los vientos cosmopolitas que entonces comenzaban a soplar en materia cultural. Para esta nueva estirpe –que dio escritores de la talla de Florencio Sánchez nada menos– el café fue el ágora adecuada para la discusión ferviente, pero además el espacio de creación y de reflexión. Sobre las mesas de mármol se escribía, se dibujaba, y se componían piezas musicales.
Pero hagamos un alto para ubicar las tradiciones que alimentan en la región la costumbre de reunirse en torno a los pocillos humeantes. Básicamente son tres: la hispánica, la italiana y la francesa. Nuestros grandes cafés tradicionales –el viejo Tupí-Nambá que supo tener Montevideo, y el Tortoni, que felizmente conserva Buenos Aires– son una mezcla armoniosa de las tres vertientes. En los cafés rioplatenses podemos encontrar rincones que nos remiten al café Greco y otros de Roma, y oír allí el mismo tono altisonante de voz típico de la reunión peninsular. Pero también están presentes esos rasgos de elegancia y estilo que nos instalan en los cafés de Montmartre (hasta podemos ver personajes tan variados y universales). Y la cordialidad y el rumor de los diálogos –la tertulia en sí– nos ubican de lleno en el Gijón madrileño. Lo interesante, recalco, es que en nuestros cafés los tres perfiles estuvieron amalgamados.
Hervor del novecientos.
En las primeras dos décadas del siglo pasado, aquellos cafés de la plaza Independencia montevideana como el nombrado Tupí-Nambá, el Británico, y sobre todo el legendario Polo Bamba, contaron con la presencia habitual de dos dramaturgos populares como Florencio Sánchez y Ernesto Herrera "Herrerita", quienes participaban de las tertulias poéticas y anárquicas que poblaron esos recintos de la bohemia. Pero ellos también –recordemos que su éxito teatral pasó por Buenos Aires– integraron las similares del café de los Inmortales y del Politeama de la calle Corrientes, donde confraternizaban además con sus actores y actrices.
Muy poco después, en la confitería La Giralda de 18 de Julio y plaza Independencia, el maestro Roberto Firpo estrenaba –una noche de 1917– un tango que estaba destinado a tener fama mundial y duradera: La Cumparsita, del uruguayo Gerardo Mattos Rodríguez. Eran los años en que el tango era atraído por las luces del Centro; dejaba poco a poco el humilde percal y comenzaba a vestir ropas mundanas.
Ya el dúo Gardel-Razzano cantaba con suceso en diversos escenarios y también en los cafés. Una noche de 1913 lo hicieron en el café Perú –después llamado Montevideo Chico– que estaba ubicado sobre Avenida de Mayo. Los cafés de entonces tenían el característico palco desde el cual los músicos y los cantores quedaban estratégicamente a la vista de la concurrencia.
Si bien figuras mayores del modernismo rioplatense, como los poetas Julio Herrera y Reissig y Leopoldo Lugones, no se asocian a los cafés sino a otro tipo de cenáculos, en ambas márgenes del "río como mar" los poetas no sólo frecuentaban sino que se podría decir –sin exageración– que en esos años casi vivían en los cafés. El dandy montevideano Roberto de las Carreras –trasgresor en la poesía y en la vida– tuvo su mesa diaria en el pequeño café Moka de la calle Sarandí, desde donde lideraba una peña juvenil que lo admiraba con fervor. En ese mismo tiempo, nada menos que el gran Rubén Darío –en ese entonces viviendo y trabajando como periodista en Buenos Aires– se aficionaba a los grandes cafés porteños.
Audaces años veinte
Nos adentramos un poco más en el siglo y llegamos a la década del veinte. En Buenos Aires surgen los grupos literarios de Florida y Boedo, que sientan sus reales en cafés (céntricos los primeros, fieles a su impulso cosmopolita, y de barrio los segundos, preocupados por el rescate de lo popular y lo social). Por ese tiempo, el joven ultraísta Jorge Luis Borges asistía algunas noches a la tertulia –entre estético filosófica y de generalidades– que presidía en la confitería La Perla del barrio del Once, ese sócrates criollo que se llamó Macedonio Fernández.
En Montevideo no se dieron alardes de vanguardia tan enfáticos y todo resultó más matizado. El Tupí-Nambá hervía de grupos de escritores, plásticos, pensadores y críticos, en medio de una parroquia más compleja y más amplia. En una mesa por ejemplo se podía ver dialogar a Cúneo, el pintor expresionista de las grandes lunas, con el músico de los cerros Eduardo Fabini; más allá don Pedro Figari (entonces más conocido como abogado penalista y docente, y no como el gran pintor que hoy valoramos) hablaba casi en secreto con el filósofo Carlos Vaz Ferreira.
El 25 de mayo de 1926, en el café Tortoni, el entrañable pintor de la Boca Benito Quinquela Martín tuvo la iniciativa junto a otros artistas e intelectuales y a un músico de su mismo pago chico como era Juan de Dios Filiberto, de fundar una peña. Esta iba a funcionar en el sótano del café, y marcaría toda una época en Buenos Aires en materia de difusión literaria, artística y musical.
En 1924, en el café Colón de Avenida de Mayo, debutará Julio de Caro con su primer sexteto. En 1932, en la antigua bodega del Tortoni haría lo propio la Orquesta Porteña dirigida por Juan de Dios Filiberto, ocasión en que se iba a tocar por vez primera Malevaje de Enrique Santos Discépolo. En sus años de trayectoria, la Orquesta Porteña daría a conocer en la Peña tangos como Caminito, Quejas de bandoneón, y Clavel del aire (con letra de Fernán Silva Valdés).
Los años cuarenta en Montevideo
Montevideo en los años cuarenta era una ciudad compleja, con vocación cosmopolita pese a conservar en gran medida un aire todavía provinciano. Era también una ciudad menos festiva y más gris y melancólica que aquella de los años veinte, época de optimismo, modernismo y crecimiento vertiginoso. En ese tiempo los grandes cafés céntricos, y no sólo ellos, eran escenarios privilegiados para el intercambio cultural.
En grandes cafés de la avenida 18 de Julio como el inmenso Ateneo y el lujoso Tupí Nuevo, reinaba el tango. En ambos tocaron –durante esos años y en la década siguiente– las orquestas argentinas de Julio de Caro, Aníbal Troilo, Francisco Canaro, Juan D´Arienzo y Osvaldo Pugliese, y las uruguayas de Romeo Gavioli y Donato Raciatti. En el café Montevideo –de 18 y Yaguarón– noche a noche interpretaba tangos con su piano un virtuoso de la talla de Jaurés Lamarque Pons.
En lo literario, el epicentro en materia de cafés se trasladó en los cuarenta a la plaza Cagancha. Los nuevos escritores se reunían alrededor de figuras mayores como los narradores Juan Carlos Onetti y Francisco Espínola, en cafés como el Metro y el Libertad. Esos jóvenes se llamaban José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Mario Arregui, Carlos Maggi, Mariainés Silva Vila, Maneco Flores Mora.
Pero un café, entonces moderno, atraía especialmente a los jóvenes. Era el Sorocabana, que había abierto sus puertas en 1939 e inauguraba entonces sus primeros y pujantes años. Allí se encontraban poetas con vocación vanguardista como Humberto Megget, Carlos Brandy y José Parrilla, junto con un pintor de talento misterioso llamado Raúl Javiel Cabrera "Cabrerita". Pero también frecuentaba el café la joven poeta Idea Vilariño, y un narrador en ciernes como Mario Benedetti. Pero también recalaba en las redondas mesas un pianista itinerante que escribía cuentos casi secretamente, y que con los años se transformaría en uno de los narradores uruguayos más valorados internacionalmente por su especial y sutil fantasía: Felisberto Hernández.
La gran urbe porteña
En los mismos años, en Buenos Aires el tango extendía su atrapante melodía por muchísimos cafés, y también por supuesto en por los grandes y brillantes cabarets y teatros de la calle Corrientes. Sería interminable la lista de aquellos recintos en los cuales el ritmo del dos por cuatro se floreó por toda la inmensa geografía porteña. En cualquiera de ellos, en los 36 Billares de Avenida de Mayo por ejemplo, cualquier noche se pudo escuchar cantar a Fiorentino, a Charlo, a Hugo del Carril, a Tita Merello, a Libertad Lamarque. Y las batutas de Pichuco y De Caro marcaron la renovación tanguística que luego se profundizaría con la llegada de Astor Piazzola.
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"Cabrerita", información extraída de Wikipedia.org
Raúl Javiel Cabrera, más conocido como Cabrerita (Montevideo, 2 de diciembre de 1919 - 18 de diciembre de 1992) pintor uruguayo que pasa los primeros años de su infancia, abandonado por su familia desde el nacimiento, en el asilo Dámaso Larrañaga y asiste a la escuela José Pedro Varela hasta 5º año.
Desde muy temprano manifiesta sus cualidades artísticas y muy joven comienza a trabajar pintando vitrales. Concurre al Círculo de Bellas Artes de Montevideo, a la Universidad del Trabajo del Uruguay(UTU), dirigida por el pintor Guillermo Laborde. Estudia con Gilberto Bellini, con Serrano en el Taller Don Bosco y con Prevosti.
Su trabajo plástico es permanente y constante a pesar que su vida está llena de internaciones en hospitales psiquiátricos y amigos que lo toman a su cargo, como Lucy, hermana del poeta José Parrilla, que fue su amigo y compañero de banco en la escuela.
Cuando Lucy es desalojada, llega a un acuerdo con el Director del Hospital Vilardebó, el Dr. Cáceres, un ser humano de gran cultura y sensibilidad, para que aloje al pintor en ese centro como una manera de paliar la situación de falta de hogar de Cabrerita. Pero cuando el Dr. Cáceres deja la Dirección del Vilardebó, el nuevo director decide el traslado de Cabrerita a la Colonia Etchepare, donde vivió casi 30 años en condiciones bastante terribles.
Cabrerita fue uno de los míticos personajes montevideanos que formó parte de las tertulias del Cafe Sorocabana junto a recordadas personalidades como Idea Vilariño, Humberto Megget, Felisberto Hernández, Carlos Maggi, José Luis "Tola" Invernizzi, etc.
Participa en exposiciones individuales en la Asociación Cristiana de Jóvenes de Montevideo, en el Ateneo, en el X Salón Nacional de 1946 y en la XVI Bienal de San Pablo, Brasil, en 1981.
Es premiado en el V Salón Municipal de 1944; IX Salón Nacional de 1946, y VII Salón Municipal de 1946.
En sus últimos años fue un vecino más de la ciudad de Santa Lucía, regalando sus dibujos por falta de dinero a cambio de tabaco, yerba o un vaso de leche. Antes de morir reside con una familia de esa ciudad.
Sus cuadros muestran extrañas niñas, de ojos inmóviles, de caras largas, mirada ausente, con las manos cruzadas, inmóviles, cubriendo el sexo.
"Exposición de Raúl "Javiel" Cabrera en París (Francia)", 28 de abril al 30 de junio 2008.
EXPOSITION
JAVIEL RAÚL CABRERA
1919 – 1992
Collection Esterisme
«Niña » -Aquarelle sur papier - 32x21,7 cm
28 avril – 30 juin 2008
Vernissage le lundi 28 avril à 18h30
AMBASSADE DE L’URUGUAY
15, rue Le Sueur –75016 PARIS - Tel : 01 45 00 81 37
Ouvert du lundi au vendredi de 10h30 à 16h30
I N V I T A T I O N
Sous les auspices
du Ministère des Relations Extérieures de l’Uruguay
L’Ambassade de l’Uruguay à Paris
Présente
“CABRERITA”
de
Eduardo Cervieri
avec
Carlos Rodríguez
Le mardi 29 avril à 18h30
A LA MAISON DE L’AMERIQUE LATINE
LA MAISON DE L’AMERIQUE LATINE
217, Boulevard St Germain – 75007 PARIS –
Tel : 01 49 54 75 00
ENTREE LIBRE ET GRATUITE DANS LA LIMITE DES PLACES DISPONIBLES