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Amaral, Wilson
Wilson Amaral nace el 9 de noviembre del año 1919 en el departamento de Rocha (Uruguay).
Fue alumno del pintor Edgardo Ribeiro, integrante del Taller Torres García. Obtiene misión de estudios conferida por el Ministerio de Instrucción Pública para viajar a Europa en 1950.
Wilson Amaral dirige el Taller de Artes Plásticas Amigos del Arte de la Ciudad de Minas (Uruguay), años 1954-1962.
Ejerce la docencia desde 1954 en Enseñanza Secundaria como profesor de dibujo.
Wilson Aamaral es un pintor figurativo que se destaca por sus paisajes realizados con un alto sentido compositivo, naturalista, y un manejo del color de ricos matices expresivos.
Premios obtenidos en Salones Nacionales realizados por la Comisión Nacional de Bellas Artes (Uruguay):
1950 – XIV Salón Pintura y Escultura Premio Cámara de Representantes, Medalla de Bronce, por su óleo “Paisaje”.
1951 – Premio José D. Barbiere.
1954 – XVIII Salón Premio Cámara de Representantes, Medalla de Bronce, por su óleo “Paisaje de Minas”.
Salones:
Interviene en el VII – IX y XI Salones Municipales realizados por la Intendencia Municipal de Montevideo, obteniendo Premios Adquisición.
Premios obtenidos en Salones del Interior del País (Uruguay):
Minas
Obtiene varios premios, entre ellos Gran Premio en 1947.
San José
1948 – Premio Intendencia Municipal
1953 – Premio Banco Mercantil del Río de la Plata.
1956 – I Salón Mención por su óleo “Paisaje de París”.
1957 – II Salón Premio Especial Ministerio de Instrucción Pública, por su óleo “Paisaje”.
1958 – III Salón Mención Banco Mercantil del Río de la Plata, por su óleo “Paisaje”.
1962 – Premio Museo Departamental de San José.
Rocha
1977 – Primer Premio, Salón Departamental.
1979 – Primer Premio, Salón Departamental.
1980 – Mención, Premio Intendencia Municipal de Rocha.
1982 – Tercer Premio, Dirección Nacional de Turismo.
1983 – Segundo Premio, Embajada de la República China.
San Carlos (Maldonado)
1979 – Primer Premio, Salón Departamental.
1981 – Quinto Premio, Salón Departamental.
1982 – Aceptado en el Salón Nacional.
1983 – Premio Especial, Salón Departamental.
Colonia
1980 – Primer Premio Nacional.
Exposiciones Individuales:
1943 – Rocha Atletic Club (Uruguay).
1949 – Club Social Rocha y La Paloma (Uruguay).
1953 – Club Social Rocha y La Paloma (Uruguay).
1964 – Galería U, Montevideo (Uruguay).
1972 – Galería Río de la Plata (Uruguay).
1977 – Galería Knoll (Uruguay).
1978 – Galería Ceriani (Argentina).
1980 – Galería Portón de San Pedro (Uruguay).
1981 – Galería Portón de San Pedro (Uruguay).
Punta del Este (Maldonado, Uruguay):
1973 al 1983. (Exposiciones consecutivas).
1976 – San Carlos Club de Leones.
1977 – Museo Histórico de San Carlos y en el Punta del Este Rotary Club.
1983 – Pan de Azúcar. Taller de Artes Plásticas La Vieja Bodega.
Brasil
1976 – Banco Europeo para América Latina (Porto Alegre).
1977 – Facultades Unidas de Bage (Bage FUNBA).
Exposiciones Colectivas:
Con el Taller Amigos del Arte de Minas participó en 26 exposiciones realizadas en Montevideo e Interior del País.
Exposiciones realizadas por la Comisión Nacional de Bellas Artes (Uruguay):
1961 – En Punta del Este, De Blanes a Nuestros Días.
1962 – Algunas expresiones de la Plástica Actual y en Artistas del Este, Escuela Nº 5.
Las obras de Wilson Amaral se encuentran en los Museos Departamentales de Rocha, Lavalleja, San José y La Comisión Nacional de Bellas Artes, Museo Histórico de San Carlos e Intendencia Municipal de Montevideo en Uruguay; y en colecciones privadas de Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, México, USA, Canadá, España y Francia.
"Wilson Amaral: El Escondido Licor de la Tierra", Diario "El País" (Uruguay).
Sierras, marinas, largos valles, componen una nueva muestra de la obra más reciente de Wilson Amaral. El pintor rochense habla con EL PAIS DE LOS DOMINGOS sobre sus cuadros y sus técnicas, y la exposición que ha presentado en el histórico “Portón de San Pedro”.
La pintura es fruto del furor, de la vocación y la inspiración –musita Wilson Amaral a EL PAIS DE LOS DOMINGOS- mientras pasa revista a su muestra en el “Portón de San Pedro”. Las obras corresponden a su más reciente producción: Las realicé durante 1979 y en lo que va de este año. Parto de la base de siempre –agrega- aunque he advertido que se ha aclarado un poco mi paleta.
Sus telas respiran calidez, sus atmósferas son claras y luminosas, en tanto los cuadros aparecen sólidamente trabajados. Es un naturalista (Sí, lo soy –admite-, por cuanto tomo los elementos de la naturaleza y trato de resolverlos plásticamente) y sus temas son los campos, las sierras, calles singulares de Colonia, marinas de Punta del Diablo, largos valles.
- Son paisajes algunas veces reales, otros creados por mí sobre las características de nuestro paisaje. Cuando se trata de un lugar reconocible, trato de respetar la naturaleza resolviendo armoniosamente las formas. Saco apuntes, los estudio, y luego, pinto en mi taller, en Maldonado.
Rocha, Minas y Maldonado
Comencé a pintar en Rocha –memora Amaral, que nació en ese Departamento, en 1979-, desde la infancia. Una tía mía guió mis primeros pasos y mis primeros bocetos. Yo pintaba sin escuela. Recién me discipliné cuando fui a Minas y conocí allí a Ribeiro. Con el encaucé aquella inclinación juvenil. Luego, allá por 1961, me fui a vivir a Maldonado. Dejé de pintar por un tiempo, pero cuando retomé los colores, lo hice con mucha más intensidad. Amaral ha ido relatando sus trabajos y sus días. Ha omitido decir cuántos premios ha cosechado, a lo largo de trayectoria. Premios en los salones nacionales, en salones del Interior, mientras sus obras han sido expuestas en nuestro país, en Brasil, Argentina, España, Alemania, Estados Unidos. Acaba de sumar, a todo ello, un lauro que estima especialmente: el primer premio del segundo Salón Departamental de Maldonado.
A ello debe agregarse la estimación crítica y la adhesión del público. Sobre esto, reflexiona: Por cierto, hay público para todas las corrientes pictóricas, pero he notado que aquél que gusta de mis cuadros se comporta de una manera especial. Es decir, por su manera de comportarse advierto que gustan de lo que he hecho; se sienten un poco alegres de ver algo que las atrae....Pero la pintura no se hace deliberadamente para gustar. Se pinta, y si gusta mejor.
Los aromas de la Tierra
Hablando de sus métodos de trabajo. Amaral revela que un tema (un paisaje, aquella calle, ciertos árboles, sobre una loma) le atrapa cuando advierte, en él, las condiciones plásticas pasibles de resolver según su técnica, según sus sensibilidad. Entonces hago apuntes, trabajo para ello, busco eliminar lo anecdótico del cuadro y quitando aquello que no importa para su ejecución. Es necesaria una época de aprendizaje frente a la naturaleza para resolver las obras.
- Yo he experimentado en otros campos, pero el que más me atrajo fue este tipo de pintura. Me han ayudado a formarme algunas buenas influencias de aquellos artistas que se muestran afines con mi sensibilidad....Creo que la mía, una pintura que llega con cierta facilidad al público, es...bueno...necesaria.
Luego retorna a su diálogo con la naturaleza, a pasear por sus propios paisajes. Por las calles verdaderas y las de la imaginación. Porque pintar, para él, hoy como ayer, sigue siendo la alegre aventura de todos los días.
"La Pintura de Amaral", por Eduardo Vernazza Diario "El Día" (Uruguay,1980).
Amaral es un recio y fundado artista en las bases de lo serio. Pocos tratan el paisaje con la neta riqueza colorista de dibujo que expresa su concepto naturalista.
Eduardo Vernazza, Diario "El Día" 19 de agosto de 1980, Montevideo (Uruguay).
"Recordando a Wilson Amaral", por José Stagnaro (Arte X Arte, 2000).
"Yo pinto algo. Pero lo hago muy mal..."
Conversamos con el plástico Fernando Amaral recordando vida y obra de su padre Wilson Amaral, fallecido en 1990.En el taller de Fernando cuelgan algunas pinturas de la década del 50 que inmediatamente recuerdan el paisajismo constructivo del maestro de Wilson, Edgardo Ribeiro (a su vez, alumno directo de Torres García).
La riqueza tonal, el esmero en la composición, y la paleta baja tan apreciada por esa escuela está presente en la primera etapa de su obra. Justamente, en 1950 el Ministerio de Instrucción Pública le otorga una beca para viajar a Europa. "Paisaje", 1987. Oleo sobre lienzo. Wilson Amaral. Había obtenido ya algunos premios importantes: 1947-Gran Premio Lavalleja; 1948-Premio Intendencia de Montevideo; 1950-Premio Cámara de Representantes, organizado por la Comisión Nacional de Bellas Artes). Edgardo Ribeiro recuerda así su primer encuentro, en 1945,con quien fuera, luego, su alumno y gran amigo: “Tenía una mirada dulce y tímida a la vez, me tendió la mano, y dijo: -Me llamo Amaral- hizo una breve pausa y agregó: -Wilson Amaral- Cuando logró levantar la mirada prosiguió: - Yo pinto algo. Pero lo hago muy mal, y me gustaría estudiar con Usted”. "Paisaje, Cerro Pan de Azúcar", 1983. Oleo sobre lienzo. Wilson Amaral. Nos interesa referir estos hechos, no sólo por la obvia influencia de Ribeiro, sino porque toda la obra de Wilson Amaral esta marcada por la humildad, el perfil bajo -se diría hoy-, relacionado con ese procedimiento de Torres que materializaba la paleta baja de un sentimiento nacional, al acercarse a la profundidad de las cosas y de los sentimientos por el camino de la moderación. Nos asombra un poco ver, también en Fernando, esos ocres, tierras, negros y rojos, como si los últimos cincuenta años acelerados y contradictorios, no hubieran tocado esa línea paterna, ni esa humildad tan uruguaya.
"Amaral, figura y paisaje en un lenguaje simple" por E. Vernazza
Desde hace años las sierras y los campos de Minas y Maldonado tentaron su color.
También con base en el Taller de Torres García, Amaral se desprende pronto de esta influencia para internarse en una luminosa y rica gama de colores verdes, ocres, y tierras de puzuoli, las que armoniza y saca buena respuesta en sus tomas del natural.
Estas se manifiestan en su medida objetiva. Pero anidan en los cuadros, la dimensión del que sabe ver con ojos de pintor. De allí que los cielos, los campos, y los árboles sean elementos naturaleza, consustanciados por una unida vigencia ambiental. Los paisajes de Amaral están en la viva personificación del autor. Poseen fuerza y relación entre sus colores haciendo que el total se concrete en un muy firme juego de consolidación.
La belleza del paisaje dice lo demás. Pero la belleza que interpreta Amaral, está lejos de la desbordante y vistosa. Sus panoramas son pequeños, simples, sencillos. Retazos con algún camino hacia el horizonte, lomas con árboles, y alguna abertura al mar, primeros planos con techos de tejas, y el sol que aviva el verde fresco como una canción pastoral.
Es el suyo un paisaje naturalista. Pero la interpretación que de dicho genero realiza Amaral, concuerda con lo que debe catalogarse como pintura en sí. Porque aparte de no despreciar los elementos en sus formas originales, sostiene con ellos el diálogo del silencio, que en sus cuadros predomina como latiente expresión de poesía.
Wilson Amaral; “Conformación del paisaje en la belleza naturalista”, por E. Vernazza (El Día, 21 de noviembre de 1981).
El paisaje en el Uruguay posee tonos muy finos para interpretarlos dentro de la paleta de ocres y verdes, así como de cielos azules o plomizos, en los que cabe la Escuela de Torres García que aún sostiene en estos aspectos Wilson Amaral, pintor que exhibe sus obras en “El Portón de San Pedro”.
Siempre Amaral se mantuvo constante con una línea que ve la naturaleza con aspectos determinantes y concretos referentes a una posibilidad de asiento del color y firmeza en el carácter de sus elementos.
A pesar de que no intenta nada fuera de la normal ratificación de su técnica, sus paisajes parecen impuestos por su simple personalidad.
El paisaje es motivado por un argumento pictórico sencillo.
El cuadro centraliza de tal forma, sus caracteres más importantes. Sus más directas relaciones entre la original faceta naturalista y el contraste que sugiere la parte interpretativa.
Esto exige al artista una concentrada visión de lo que permite subrayarse como pictórico, fuera del panorama objetivo. Y si esta es la impresión primera no por ello queda relegada aquella condición que destaca en Amaral como una de sus virtudes esenciales.
Captar el Cuadro….
En la pintura naturalista es solo adaptaría al concepto sino saber encontrar ese retablo que conjuga lo que se llama un cuadro.
Porque no es tomar un paisaje, sino encararlo como una obra total que posea riqueza colorista y arquitectura en sus acentos.
Y ello muchas veces no logra compensar la “mancha” o la entrega espontanea, sino que se adquiere cuando se ha estudiado como lo hizo Amaral. La base que posee el pintor le sirve para consolidar dicha toma naturalista.
Compresible fácilmente. Sencilla simple a la vista de todos, pero bien tratada. Es así que la casona recostada a la montaña encuentra una razón en el paisaje. Los azules verdosos reconquistan la materia pintura como intérprete de la naturaleza. Y los ocres y blanco viejos toman en la soledad del motivo una posición de bellos matices.
En los embarcaderos y puertitos, la serena vibración de las aguas, encuentran en la paleta de Amaral la suave visión que le acompaña en toda su pintura. Una tranquila y honesta tranformación del paisaje en un cuadro.
Wilson Amaral; “Nací para hacer lo que hago” (El País, noviembre 1981).
El paisaje para él es un culto. Y ese culto lo celebra desde su Rocha natal y que luego siguió en Minas, donde estuvo radicado por un tiempo, hasta formarse pictóricamente con Edgardo Ribeiro. Pero Wilson Amaral, que ahora expone en Porton de San Pedro, no duda en definir: Mi pintura es figurativa. Es decir tomo las formas y el color de la naturaleza, no con el ánimo de imitarla, sino considerando su valor plástico. En otras palabras, pinto lo que plásticamente puedo resolver y lograr.
Tiene su taller en Maldonado, y su obra está invadida por esos paisajes entrañables que ha visto y vivido donde la imagen del hombre es una presencia constante. No se deslumbra por lo imponente, sino que se detiene a observar su pequeñísimo mundo, en el cual se abre un cielo o un árbol se yergue, o el agua refleja una visión naturalista. Cuando viajó a Europa tuvo un encuentro inolvidable: Me establecí durante un tiempo en Paris, una ciudad que jamás olvidé y amo, y que a veces recuerdo en algún paisaje del Sena y sus puentes. Cuando habla de su pintura dice: Nada me ha distraído, ni experimentaciones ni especulaciones teorizantes, quizás porque nací para hacer lo que hago.
Ahora con casi 60 años de edad, Wilson Amaral es un sólido representante de la pintura paisajista uruguaya y uno de los sólidos defensores de la escuela torresgarciana. Se ha dicho que de esa escolástica ha tomado la estructura y el tono, y un despojamiento que puede confundirse con precariedad de recursos. Pero sus obras están estructuradas no solo por el grafismo y la disposición de masas de color, sino por una ordenación de los elementos formales; en ritmos y pinceladas; en una disposición que es absolutamente propia.
Alguien ha escrito sobre él: En los treinta años de la pintura de Amaral, ha variado la paleta, ha variado la intensidad, pero su tono e inconfundible, condición que lo singulariza. De cuño torresgarciano, Amaral vuelve a la mejor tradición de la pintura para estructurar su idea artística: una sencilla ondulación de terreno, una valla de cercado; una parva; una casita acompañada por unos árboles, son el depositario de una mirada tierna, de una valoración de los simple y cotidiano, que eleva a un plano poético de contenida sensibilidad esa visiones paisajística donde ha excluido la estridencia y los colores exhuberantes.
Wilson Amaral: El culto del paisaje…… Por Eduardo Vernazza (Diario El Día Octubre 1980)
La luz en el paisaje.
Aún con la paleta aprendida en el Taller Torres García. Y decimos aún, porque generalmente se omite, en su baja tonalidad, imprimir ese estado armónico de la luz que se filtra en el ambiente y que no es precisamente la que se toma del claroscuro. Ni de le la paleta clara impresionista. Es en el tono que funciona con regularidad, incluso, con el aporte de la más transparente sencillez.
El hecho de ubicar los colores en su lugar, en perspectivas normales, con una mezcla que no va más allá de un conjunto de tonos bien logrados y el toque, la pincelada, tratada en cortas y justas trazas da a esta pintura de Amaral, que se exhibe en la Galería Portón de San Pedro, una vital riqueza interpretativa de la Naturaleza de nuestros campos.
Amaral es desde tiempo un pintor que posee su manera y su tema.
El rincón, la distancia, la perspectiva, el horizonte, los cerros, los árboles, la campiña, los accidentes de un terreno arenoso, las costas, los pequeños puertos y embarcaderos en su simple anotación de rasgos perfilados, como marcando un dibujo que no desea ser absorbido por el color, sino mantenerse firme y sin desplazamientos.
Este contorno acentuado, verifica ya la lección que Torres García dejara como parte importante de su docencia plástica.
Y Amaral lo adopta, así como la paleta, sin abusar como lo han hecho otros, sino sosteniendo los principios técnicos de acuerdo a su propia personalidad.
De tal manera, un cuadro suyo es fácil reconocerlo. Porque lleva su estilo. Y ello es el gran mérito que puede poseer un pintor, aun cuando se mueva en la más humilde motivación y sea lo que le rodea, lo puro del campo, el factor determinante de tal valoración.